16 de junio de 2016

¿Con quién se "ajuntarán" estos chicos después de las elecciones?

Con cierta ilusión contenida (uno es bastante optimista, todo hay que decirlo), contemplé el otro día con atención el debate televisado entre los cuatro jinetes del apocalipsis o, si se me permite, entre los cuatro mosqueteros de lo imposible. Suponía que, pasado seis meses de interinidad neoliberal, los líderes de los grandes partidos irían a darnos alguna pista sobre los movimientos de ficha que tuvieran en perspectiva; pero erre que erre, todos sin excepción, mantuvieron inalteradas sus posiciones anteriores, como si aquí no estuviera pasando nada. ¡Qué más da -se dirán-, al fin y al cabo esto no es más que política!

El señor Rajoy (no el señor Mariano Rajoy como ahora dicen los que han olvidado hablar bien el castellano) sigue pensando en que todo lo ha hecho bien –incluida la depuración de los corruptos- y que por tanto es preciso continuar en la misma línea. Pero como sabe perfectamente que no cuenta con apoyos suficientes para la investidura, porque ese dato sí deben de manejarlo con cierta soltura los de su gabinete, continúa dando la murga con la gran coalición (PP-PSOE-Ciudadanos), ignorando con terquedad que sus teóricos socios ya le han dicho que no, por activa y por pasiva, como gusta  ahora decir a los cursis. A los que lo acusan de no haber hecho bien las cosas, los tacha de cenizos; y a los que le meten el dedo en la herida de la corrupción, de inquisidores. Como novedad, se descuelga prometiendo a los españoles una inmediata bajada de impuestos, a pesar del déficit excesivo, de un paro superior al 20 % y de una caja de pensiones al borde de la bancarrota.

El señor Sánchez (no el señor Pedro Sánchez) continúa quejándose de que no se le otorgaran en su momento los apoyos necesarios para lograr la Presidencia del Gobierno. Además, no contento con culpar a Podemos de felonía, mete en el mismo saco al PP, como si los conservadores hubieran contemplado en algún momento permitir la investidura de su gran rival, el secretario general del partido socialista. A Ciudadanos apenas lo nombró, quizá porque esté demasiado cerca el pacto anterior. Y a Podemos, al que evidentemente los socialdemócratas del PSOE consideran una resurrección de la izquierda anticapitalista, partidos de los que históricamente se han distanciado todo lo que han podido para que no hubiera confusión posible, lo atacó tanto como al PP, para disgusto de su líder que, de vez en cuando, entre dientes y con la estudiada teatralidad a la que tiene acostumbrados a sus incondicionales, repetía aquello de “no te equivoques Pedro, que nosotros no somos el enemigo”.

El señor Iglesias (no repito el recordatorio gramatical para no ponerme pesado) mostró un comportamiento moderado en las formas, o al menos así me lo pareció por contraste con tantas otras ocasiones de verborrea incontenida. Otra cosa es que su nuevo hábito convenciera a alguien de que se ha convertido en un monje distinto. Atacó por igual al PP y al PSOE, a los primeros por razones obvias y a los segundos porque la operación de acoso y derribo continúa y continuará. Está claro que su principal objetivo es acabar con el partido socialista, reducirlo a cenizas y ocupar su espacio político. A pesar de todo, como es consciente de que el PSOE resistirá en posiciones numéricas muy respetables, confesó en varias ocasiones que su aliado natural es el partido socialista. Curiosa manifestación de afinidad con aquellos a los que se insulta y menosprecia con cualquier pretexto.

El señor Rivera (en catalán sí se utiliza el tratamiento de señor con el nombre de pila;  por tanto en este caso sería disculpable, aunque no correcta, la traducción literal de señor Albert Rivera) estuvo valiente, dentro por supuesto de su línea política conservadora. Incluso yo diría que agresivo con respecto a la corrupción, un asunto que puso contra las cuerdas a Rajoy en un momento determinado y estuvo a punto de noquearlo. Al PP le ha salido con Ciudadanos un buen grano en donde más duele y sus líderes no disimulan a la hora de querer quitárselo de encima como puedan.

En resumen: de las alianzas posibles, nada de nada, o al menos nada que despeje el futuro. El PP sigue invocando la gran coalición y el mantra del continuismo; el PSOE no dice nada, aunque se sepa imprescindible para cualquier alianza que se quiera llevar adelante; Podemos sólo contempla una alianza de izquierdas, por supuesto presidida por Pablo Iglesias; y Ciudadanos, al que supongo que continúa convencido de que la transversalidad es la única solución posible, podría entrar en cualquiera de las dos lados del escenario, eso sí, si lo dejaran.

¡Qué habremos hecho los españoles para merecernos una situación como ésta!

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