10 de enero de 2018

Atasco en la autopista. Los chicos de la UME

Las recientes nevadas en la meseta norte de España y la pésima gestión por parte de los responsables gubernamentales de proteger a la población civil en casos de emergencia, han puesto de manifiesto algún pormenor que no quisiera dejar de señalar. Como asumo que no es necesario poner en antecedentes a mis amigos de la situación concreta a la que me refiero, me limitaré a precisar, para que no haya dudas, que cuando escribo esto estoy pensando en el impresionante tapón que se formó durante la noche del pasado 6 de enero en la autopista AP 6, cuando miles de personas quedaron abandonadas a su suerte en medio de una copiosa nevada a lo largo de interminables horas.

Si no llega a ser por la intervención de la Unidad Militar de Emergencias (UME), es posible que la lamentable situación en la que se encontraron los afectados hubiera sido mucho peor. Parece que los protocolos de actuación prevén que este recurso sólo intervenga a petición de las autoridades autonómicas o centrales cuando se vean desbordadas por la situación. Por eso sus mandos tardaron algún tiempo en recibir la orden de movilización, porque los responsables de resolver el problema en primera instancia, fundamentalmente la Dirección General de Tráfico, no fueron capaces de valorar la exacta dimensión de la catástrofe hasta que ésta se manifestó en toda su magnitud, a pesar de que las previsiones meteorológicas y la intensidad del tráfico se conocían con mucha antelación. Una falta de profesionalidad en la que ahora no voy a entrar. Tiempo habrá.

La UME se creó en el año 2006 por iniciativa del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Se trataba de poner en marcha una unidad militar para intervenir en casos de emergencia, en realidad un numeroso grupo de profesionales procedentes de varias especialidades de las Fuerzas Armadas que, sin menoscabo de su condición castrense -sino todo lo contrario como explicaré más adelante-, colaboraran con las autoridades civiles en la resolución de situaciones de emergencia. Sobre su corto pero intenso historial no creo que sea necesario insistir, porque supongo que no hay un español que no haya tenido muy cerca en alguna ocasión la presencia de estos militares o al menos conozca su actuación a través de los medios de comunicación.

Pues bien, ahora que nadie duda de la eficacia de la UME, conviene recordar cómo fue recibida su creación por ciertos sectores de la derecha española –el PP de Rajoy estaba entonces en la oposición-, que llegaron a tildar la iniciativa, a través de varios portavoces, como “caprichito de Zapatero” o como “despilfarro del presupuesto de defensa en actividades propias de bomberos”. Unos ataques furibundos contra la iniciativa de poner una pequeña parte de las Fuerzas Armadas al servicio de la población civil en situaciones de emergencia. Incluso algunos militares –“sottovoce” por supuesto- criticaron la iniciativa. Yo he sido testigo en mi ámbito personal de algunas de estas últimas críticas, sobre las que, por razones de discreción, no me extenderé.

Los creadores de la UME nunca pretendieron poner en marcha una organización de protección civil desgajada de los ejércitos. Todo lo contrario, la idea era y es mantener ciertas unidades ya existentes, aunque potenciadas y organizadas de manera selectiva para su nuevo cometido, al servicio directo de la sociedad civil en tiempos de paz, sin perjuicio de su contribución en la defensa nacional cuando fuere necesario. Un perfil bivalente propio de un estado moderno. Precisamente su carácter militar -espíritu de servicio, disciplina y obediencia- la convierte en una entidad de alta eficacia en situaciones de catástrofe, y por tanto de peligro, como ha quedado demostrado en tantas ocasiones desde que vieron por primera vez la luz.

La derecha insolidaria, sus sectores ultramontanos, pierde muchas veces la oportunidad de guardar silencio, incluso en asuntos que deberían resultarles propios. Paradojas que aporta el sectarismo de algunos.

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