20 de enero de 2018

Huida hacia adelante o de perdidos al río

Si consideramos que disponer de agilidad de cintura para manejar situaciones conflictivas constituye en los políticos un valor añadido, la huida hacia adelante es la peor de las estrategias que pueden elegir. Se huye hacia adelante cuando se pretende salir de una situación problemática insistiendo en la actitud que ha llevado a la misma, con la confianza puesta en que el contratiempo se resuelva con más de lo mismo. De perdidos al río, dirían otros, que viene a ser muy parecido. Pues bien, se me antoja que al señor Puigdemont le está sucediendo precisamente esto, lo de la huida y lo del río, pero en este caso una huida a ninguna parte y un río de aguas empantanadas.

En la etapa posterior a la aplicación del artículo 155, por un lado, y a la actuación del Tribunal Supremo, por otro, hemos tenido ocasión de contemplar una amplia variedad de actitudes en el sector independentista, hasta el extremo de que se podría escribir un ensayo sociológico, una completa enciclopedia temática bajo el lema de donde dije digo, digo Diego. Como soy posibilista y creo firmemente en la conveniencia de no perder nunca de vista la realidad, por poco que nos guste, y en la inconveniencia de agarrase a ideas quiméricas, por maravillosas que nos parezcan, no voy a hacer mofa de estas mutaciones repentinas, porque las considero consecuencia de la flexibilidad que mencionaba arriba. Es cierto que renunciar a la unilateralidad y acatar las leyes es lo que deberían haber hecho desde el primer momento, pero nunca es tarde. Y aunque no todos lo digan con las mismas palabras y con las mismas intenciones, en el fondo de sus declaraciones subyace el reconocimiento de que su estrategia de enfrentamiento abierto con el Estado ha fracasado por completo.

Una vez que se haya formado el govern, los independentistas estarán en su derecho democrático a continuar con sus afanes separatistas, pero no a saltarse las leyes a conveniencia de sus intereses de parte. Podrán por tanto gobernar en Cataluña durante el tiempo que dure esta legislatura, ya que disponen de mayoría suficiente para ello, pero en ningún caso, porque a eso no les han facultado las elecciones, actuar fuera de la Constitución y del Estatuto de Autonomía. Es tan evidente que resulta tedioso abundar en ello.

Durante un tiempo muchos de ellos negaron la evidencia, hasta que la contundencia de las leyes que decían ignorar y la maquinaria del Estado al que les guste o no les guste pertenecen se les vinieron encima. Ahora algunos han reconocido su error y de ahí que observemos en ellos esos cambios tan repentinos y chocantes. Pero insisto: bienvenidos sean al redil de la cordura.

Pero no todos, porque algunos parecen no haberse dado por enterados. Los que desde Bruselas pretenden gobernar a distancia y los que desde aquí apoyan tan absurda pretensión están huyendo hacia adelante. Saben muy bien que una vez más la justicia no se lo va a permitir, además de no ignorar que el 155 sigue vigente. Continuar en esa vía no tiene para ellos ningún sentido práctico, salvo el de tensar la cuerda para ver si se rompe. Su fijación mental los lleva a no aceptar el fracaso de la estrategia que eligieron, a insistir en una vía que saben perfectamente que no tiene salida. No les importa desestabilizar el país, frenar el crecimiento, enfrentar a los catalanes entre sí y continuar creando un gravísimo problema en España y en Europa entera, aunque no vaya a servirles de nada.

A estas alturas, sólo cabe confiar en que los que de una u otra manera han interiorizado el fracaso de la unilateralidad impongan la sensatez sobre los que han decidido tirarse al río, y en que el gobierno central, consciente de que la mitad de los catalanes son independentistas, no tarde en sentarse a dialogar  con el sector separatista, a buscar una solución inteligente que acabe de una vez por todas con el problema. En cualquier caso, no tardaremos mucho en averiguar lo que sucede.

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