8 de enero de 2019

Hay que ver cómo está el patio de mis vecinos

Menudo espectáculo el que está dando el “three party” andaluz. Ahora resulta que no se ponen de acuerdo en algo de tanta trascendencia  como la defensa de la mujer ante la violencia machista. Con palabras distintas a las de Vox, pero análoga intención, el PP de Pablo Casado se deshace en razones para explicar que esto del feminismo es una exageración propia de radicales, que mucho cuidado con tanta pamplina reivindicativa porque ellas también zurran a los hombres. Incluso, cuando nunca lo habían hecho, ahora sacan del cajón de los olvidos documentadas estadísticas para demostrar que la discriminación positiva a favor de la protección de la vida de las amenazadas es injusta, ya que deja a los hombres indefensos ante el atroz acoso de las mujeres vengativas.

Esta mañana he oído un antiguo refrán que tenía olvidado: por la caridad entra el cólera. El actual Partido Popular está tratando a su escisión ultraderechista Vox con una exquisitez, con un mimo que llama la atención por descarado. Pero ojo, porque de la misma manera que los caritativos que atendían a los enfermos de la fatídica epidemia corrían el riesgo de contagiarse, les puede suceder a ellos lo mismo con la radicalidad de la extrema derecha española. Eso si no están ya contagiados, porque los últimos movimientos de los populares muestran preocupantes síntomas de contagio.

No voy a entrar en si su estrategia de paños calientes con el cisma más radical de la derecha española es acertada o no para sus intereses. Pero se me ocurre pensar que como sigan así de zalameros con su hasta hace poco compañero de filas Abascal, corren el riesgo de que muchos electores interpreten que tanto monta, monta tanto, votar a Vox como al PP. Los primeros movimientos ya se han visto en Andalucía y, como apuntan las encuestas, es muy posible que sigamos viéndolos en las elecciones que se aproximan.

Los de Ciudadanos están con esto de la intransigencia de Vox en materia de protección contra la violencia machista sin saber muy bien qué hacer y qué decir. Su proclamado centrismo tiembla como un flan casero cada vez que se menciona la bicha. Dicen que no les gusta, pero no se atreven a plantar cara a la intolerancia. Sí pero no; no pero sí. Circunloquios y juegos malabares. Al fin y al cabo falta de claridad ideológica. Se limitan a recordar que su pacto es con el PP, sin aclarar qué ocurrirá si, como parece cierto, los populares a su vez pactan con la ultraderecha.

Pero como a los tres les resultaría muy duro perder el gobierno de Andalucía por un asunto que según parece ni les va ni les viene, no tengo la menor duda de que juntos acabarán desatando el nudo gordiano. Todo sea –dirán- por acabar con la hegemonía del socialismo andaluz, que por cierto fue, una vez más, la opción más votada en las últimas elecciones, aunque no las ganara.

Cuando voy a darle al “enter” para publicar este artículo, me entero de que los secretarios generales del PP y de Vox -Teodoro García Egea y Javier Ortega Smith respectivamente- van a reunirse con discreción para cerrar un acuerdo definitivo que zanje tan incómoda situación. Por supuesto sin Ciudadanos.

Hay que ver cómo está el patio de mis vecinos.

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