El otro día -¡en qué estaría yo pensando!- me vino a la memoria aquel son cubano que se hizo tan popular a mediados del siglo pasado y cuyo título he elegido hoy para encabezar este artículo. El estribillo, si no recuerdo mal, era: “María Cristina me quiere gobernar/y yo le sigo le sigo la corriente/porque no quiero que diga la gente/que María Cristina me quiere gobernar”. Después continuaba con una simpática letanía: “Levántate Manuel/Y me levanto/Que vamos “pa” la playa/Allá voy/Que tírate a la arena/Y me tiro/Que quítate la ropa/Y me la quito/Que súbete en el puente/Y me subo/Que tírate en el agua/¿En el agua?/No, no, no, María Cristina/Que no, que no, que no/Ay, por qué?”
En política, para llegar al poder se pueden aceptar muchas cosas, pero nunca dejarse gobernar. Y mucho menos tirarse a las aguas siempre inciertas de la inestabilidad, porque uno podría ahogarse en ellas. No sólo nadie le echaría un salvavidas, sino que serían muchos los que contribuirían a que se hundiera aún más. Por eso, Pedro Sánchez ha tenido que decirle al señor Iglesias aquello de hasta aquí hemos llegado. Son lentejas. Sostener ahora, para justificar la inexplicable abstención de Podemos, que los negociadores socialistas se cerraron en banda a sus propuestas de colaboración es, cuando menos, faltar a la verdad. Y cuando más un relato falso.
Podemos, una vez más, ha frustrado -al menos de momento- las expectativas de los progresistas de nuestro país, que veían con esperanza una legislatura con posibilidad de avanzar en el terreno de los derechos humanos y que contemplaban cuatro años por delante que permitieran la recuperación de lo perdido durante los seis últimos años para después seguir avanzando. Pero la obcecación, el rencor de una izquierda radical que nunca perderá de vista el “sorpasso” a los socialistas, ha podido más que la lógica política. El afán de protagonismo de unos líderes que observan con preocupación que cada vez son menos los que confían en la utilidad de su izquierdismo radical les ha llevado a paralizar por unos meses el proyecto de la izquierda moderada. En definitiva, y sin tapujos, a defraudar a las clases menos favorecidas, que según dicen son su única preocupación. ¡Qué desatino! ¡Qué contrasentido!
He oído decir que el PSOE ha traicionado a los que consiguieron que Pedro Sánchez ganara las elecciones. Según esta teoría, el partido socialista habría obtenido los resultados que obtuvo gracias al voto de censura, olvidando por completo que si éste prosperó fue gracias a que, salvo PP y Ciudadanos, la representación soberana del pueblo español decidió acabar con la insoportable corrupción de los que entonces gobernaban, puesta de manifiesto mediante sentencia judicial. Por eso, decir ahora que el PSOE debería haber “compensado” el apoyo recibido no tiene ningún sentido político. Forma parte de unos argumentos que intentan justificar lo injustificable. La política no es un intercambio de cromos. La política es realismo, no olvidar nunca el contexto que nos rodea ni perder de vista la globalidad en la que se está inmerso.
No sé si habrá o no repetición de elecciones. Pero si tiene que haberla que la haya. Es muy posible que para entonces el confuso panorama se haya clarificado y los colegios electorales nos pillan a todos muy cerca de casa .