El título que hoy he elegido no es una pregunta que me haga a mí mismo, sino la manera de introducir una reflexión que ya he traído aquí en alguna ocasión y en la que hoy, a la vista de algún amable comentario que me ha llegado “a micrófono cerrado”, voy a insistir. Escribo para expresar mis propias ideas sobre el mundo que me rodea, mi personal percepción acerca de las personas y de las cosas, pero no con la intención de convencer a nadie. Simplemente lo hago para expresar por escrito lo que expresaría de palabra si estuviera hablando con uno y cada uno de los que leen lo que escribo. Por eso, no pretendo aportar nada en el sentido de presentar datos que contribuyan a cambiar las ideas de los demás. Para eso hubiera elegido otro camino, me hubiera convertido en político de los de ahora, en predicador de púlpito de los de siempre o en mercachifle de feria de los de ayer hoy y mañana, profesiones para las que reúno condiciones sobradas, a la vista de lo que se estila.
Otra cosa es que se coincida o no con mis percepciones, porque afortunadamente no todos tenemos la misma apreciación sobre los temas opinables. Cada uno de nosotros ha desarrollado su propio mundo interior, tanto en ideas como en anhelos, de la misma manera que no hay dos personas que se deleiten con los mismos prejuicios. Ya lo dije en alguna ocasión, yo soy yo y mis manías.
No ignoro que la lectura sitúa al lector en inferioridad de condiciones frente al escritor. Las ideas de este último, equivocadas o acertadas, quedan ahí, inamovibles sobre el papel o sobre la pantalla, mientras que el primero no puede expresar el desacuerdo, al menos de momento. Por eso, insisto, que nadie se dé por aludido cuando lea mis opiniones. Son sólo eso, el producto de una de las infinitas posiciones que se puedan adoptar sobre un tema determinado. Lo que sucede es que son la mías y yo he decidido explicárselas por escrito a mis amigos.
Acabo de enterarme de la muerte de Arturo Fernández, el desenfadado galán del cine español. Como consecuencia ha llegado hasta mí una de sus declaraciones, aquella de que mientras la chaqueta le sentara bien seguiría sobre los escenarios. Pues bien, yo, en otro orden de cosas, seguiré escribiendo en este blog mientras sea capaz de hilvanar ideas y mientras la pereza no me venza. Y continuaré haciéndolo sin pretensiones de aportar nada
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