Hace muchos años, tantos que apenas lo recuerdo, la empresa donde trabajaba me encargó la dirección de un programa de planificación de negocio. El método que pusimos en marcha se basaba en el análisis de cuatro aspectos de la coyuntura de cada uno de nuestros clientes más importantes, que denominábamos puntos fuertes, puntos débiles, oportunidades y amenazas. Cuando nos referiamos a él lo hacíamos con el nombre de SWOT, el acrónimo que forman sus siglas en inglés. Del análisis de aquel enrevesado laberinto surgían las estrategias que convenía aplicar en cada caso para obtener de la actividad de nuestra organización comercial el mayor rendimiento posible, ya que una vez conocidas las necesidades de nuestros compradores las ofertas se podían concretar en los aspectos que a ellos les interesaban, evitando dar palos de ciego. Aquel proyecto, que como toda innovación fue recibido al principio por los responsables de ventas con algo de escepticismo, tuvo éxito y se mantuvo activo durante mucho tiempo.
Cuento esto, porque quizá ahora, cuando la catástrofe que nos está asolando haya pasado, conviniera que los planificadores de nuestra economía utilizaran el método SWOT. España, después de la epidemia, contará con un panorama muy distinto del que imperaba antes de la llegada del coronavirus. Aprecerán nuevos puntos fuertes y se descubrirán los débiles que permanecían ocultos. Además, se pondrán de manifiesto oportunidades que se desconocían y sin lugar a dudas saldrán a relucir amenazas que hasta ahora habían pasado desapercibidas. Ese nuevo escenario, sometido a análisis y considerando los resultados del estudio como una nueva plataforma desde la que partir, permitiría, no sólo recuperar el pulso económico, sino además incrementar el crecimiento de forma significativa. La telemática y la robótica son claros ejemplos de cómo unas parcelas del desarrollo económico que estaban bastante olvidadas por parte de las administraciones pueden llegar a convertirse en puntas de lanza del progreso económico.
Respecto al estado del bienestar, nadie podrá negar que esta pandemia ha dejado al descubierto grandes carencias en el área de las asistencias sociales. No creo que sea necesario insistir demasiado en este tema, porque todos estamos viendo estos días camillas en los pasillos de los hospitales, lágrimas en los ojos del personal sanitario y lamentos de los enfermos por no contar con la debida atención. Es cierto que se trata de una situación excepcional, pero en una sociedad avanzada, amenazada constantemente por catástrofes de todo tipo, no debería haberse llegado nunca a la situación a la que se ha llegado. La sociedad está dando lo mejor de sí misma, pero la decepción por lo que ve a su alrededor es inevitable. Si disponemos de medios militares en previsión de un posible conflicto bélico, ¿cómo es posible que nuestra sociedad no se haya preparado para hacer frente a una pandemia de estas características?
Desde el punto de vista político, simplemente un apunte. Los enemigos de los impuestos y partidarios al mismo tiempo de que la iniciativa privada lo cubra todo deberían meditar sobre qué hubiera sucedido en España si no hubiéramos contado con un sistema público de salud como el que tenemos. Si esto lo hubiera tenido que gestionar la iniciativa privada, habría sido un auténtico desastre. Pero lamentablemente los defensores del enflaquecimiento del Estado nunca reconocerán esta realidad, por lo que será preciso recordársela con insistencia a partir de ahora.
Es necesario que haya un antes y un después del coronavirus. El país necesita planificar su futuro partiendo de los nuevos parámetros que están apareciendo estos días, porque el panorama ya no será el mismo. Y esto se puede hacer con el viejo método SWOT o con cualquier otro. Pero hay que hacerlo.
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