13 de marzo de 2020

Solidaridad empieza por S de solidario

Llevaba un tiempo queriendo escribir algo sobre el dichoso Coronavirus, pero no me decidía. Como no soy virólogo y además no entendía muy bien qué estaba sucediendo, no me apetecía meterme en jardines desconocidos, a pesar de mi proclividad a opinar sobre cualquier materia que llame mi atención, lo que en ocasiones me lleva a ganarme algún que otro reproche, porque afortunadamente no todos somos del mismo parecer. Pero ha llegado un momento en el que he sido consciente de la gravedad de un asunto en el que la realidad está superando a las previsiones. En cualquier caso, si traigo hoy este tema aquí no es para entrar en terrenos técnicos –Dios me libre- sino con el propósito de reflexionar sobre una de las virtudes que más valoro en el ser humano, la de la solidaridad.

Dice la Academia que solidaridad significa “Adhesión o apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, especialmente en situaciones comprometidas o difíciles”. Para que podamos hablar de solidaridad es preciso por tanto que exista causa ajena. Lo que sucede es que cuando las dificultades son colectivas, pero sobre todo indiscriminadas, ajenos somos todos. Por tanto, en este caso la solidaridad debe ser ejercida por cada uno de nosotros sin excepción.

Hasta ahora, salvo pequeños rebuznos esporádicos por parte de algún renombrado líder y de alguna preclara lideresa, de cuyos nombre prefiero no acordarme, la clase política se está comportando con solidaridad ante una situación tan difícil como la que estamos viviendo. Es cierto que algunos ya han empezado a lanzar andanadas críticas hacia la gestión que se está haciendo de la crisis, incapaces de controlar sus instintos más primitivos, pero  son excepciones que confirman la regla. Ojalá las cosas continúen así y no terminen, como ha sucedido otras veces ante situaciones de difícil solución, echándose algunos irresponsables al monte de la insolidaridad para obtener réditos políticos.

Pero no basta con que los dirigentes sean solidarios. Se necesita sobre todo que lo seamos los ciudadanos de a pie. Entre las recomendaciones que estamos recibiendo figuran algunas que suponen indudables incomodidades para las personas, lo que propicia que algunos indisciplinados, además de irresponsables, hagan caso omiso de los consejos, con lo que no sólo se ponen ellos en riesgo de contagio, sino que además contribuyen con su actitud a la propagación del virus.

En china, un país donde impera el ordeno y mando, no ha sido difícil obligar a la población a soportar las medidas que se han tomado, algunas verdaderamente draconianas. Pero gracias a ello parece ser que ese país está consiguiendo vencer al virus. En España, donde muchos irresponsables no entienden ni de solidaridad ni de disciplina, hasta ahora las autoridades han dejado el cumplimiento de algunas medidas en manos del sentido de la responsabilidad de cada individuo. Pero si la insolidaridad continuara, estoy seguro de que el gobierno pasará de las recomendaciones a la imposición de las medidas que considere necesarias, la única forma de que los indisciplinados las cumplan. Entonces, no te recomendarán que no te desplaces de tu lugar de residencia a no ser que sea absolutamente obligado, sino que controles de la Guardia Civil en las carreteras te obligarán a volver a casa. ¿Es eso lo que queremos?

Es una pena que algunos entiendan sólo de derechos y muy poco de obligaciones. Y los incumplimientos de las obligaciones de unos atentan contra los derechos de los demás.

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