5 de marzo de 2020

Patriotas de hojalata

De la misma manera que quien no reconoce sus propias debilidades jamás será capaz de corregirlas, los que sólo miran los aspectos anecdóticos de su país –el folclore, las tradiciones populares, los festejos taurinos, las fanfarrias callejeras, etc. etc.-, sin prestar atención a la calidad de vida de todos sus compatriotas, nunca harán nada para mejorar la sociedad en la que viven. Los primeros están abocados al fracaso personal, porque, si no son capaces de localizar sus propios puntos débiles para corregirlos, no podrán enfrentarse con éxito a los retos que se encontrarán a lo largo de la vida. Los segundos gastarán pólvora en salvas, en vítores y en alabanzas a la raza, pero nunca moverán un dedo para hacer más justa la vida de sus conciudadanos. Entretenidos con atuendos coloristas y sonoras charangas, serán incapaces de percibir los orígenes y las causas de los problemas que aquejan a su país. Aquellos fracasarán como seres humanos y éstos, por mucho que ellos crean lo contrario, nunca serán verdaderos patriotas. A los primeros les recomiendo autocrítica personal; a los segundos que repasen la Historia de nuestro país con sentido crítico y comprueben hasta que nivel de desigualdad nos han llevado los salvadores de la patria.

Llevo un tiempo entretenido en la lectura de la evolución de nuestro país a lo largo de los siglos XIX, XX y XXI con la intención de descubrir claves que me ayuden a entender la situación actual de España. Confesaré que me interesan más los comportamientos sociales que las peripecias individuales, aunque no olvide en ningún momento que las actitudes colectivas están dirigidas por líderes políticos. Pero, incluso teniendo en cuenta esto último, considero que ninguna persona, sin el sustrato social adecuado, es capaz de mover los hilos de la sociedad. Podrá hacerlo con carácter temporal, pero, desde el punto de vista que ahora a mí me interesa, las aguas a medio y largo plazo seguirán por el curso que marquen las tendencias sociales y no por donde los prohombres hayan intentado desviarlas.

Tendemos mucho a fijarnos en las personas y menos en las tendencias sociales. Tiene lógica, ya que suponemos que se puede llegar a entender a los primeros con cierta facilidad, porque al fin y al cabo están hechos de carne y huesos como nosotros mismos. Sin embargo, es muy difícil desentrañar las causas que originan los comportamientos colectivos. Pongamos un ejemplo entre los muchos que se me ocurren.  Eso que se llama ultraderecha, que no es más que una doctrina basada en demagogias redentoras de los males que según ellos nos acechan, es una tendencia arraigada en el alma de muchos españoles. Sus dirigentes –no doy nombres por innecesario- lo saben perfectamente, de manera que manejan las voluntades de sus potenciales votantes con eficacia electoral. Han estado observando durante algún tiempo cómo el votante conservador no acababa de aceptar del todo la oferta del PP por considerarla excesivamente blanda para sus gustos, han tildado a este partido de “derechita cobarde” hasta desgañitarse y se han lanzado a la política al grito de la patria corre peligro.

Por eso, lo que verdaderamente debería preocupar a los conservadores moderados es que los que ahora llevan las riendas del PP, obsesionados con la sangría de votos que les ha ocasionado la aparición de Vox, están escorando tanto a la derecha –al costado de estribor diría un marino-, que terminarán confundiéndose con ellos. De manera que, tarde o temprano, la derecha volverá a reunificarse, pero ya no se llamará Partido Popular sino Vox.

Si repasáramos la Historia reciente de España, nos daríamos cuenta enseguida de que esto ya ha sucedido en nuestro país en bastantes ocasiones, alguna de ellas no muy lejana. Porque los patriotas de hojalata siempre han abundado entre nosotros.

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