23 de abril de 2020

Me gustan los eufemismos

Dice la Academia que eufemismo es la manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante. Por su parte, el diccionario de María Molinar lo define como expresión con que se sustituye otra que se considera demasiado violenta, grosera, malsonante o proscrita por algún motivo. Por último, leo en Fundeu la definición que el escritor Gavilanes Laso da sobre esta palabra, a la que describe como un procedimiento de sustitución de la expresión que se considera hiriente, inoportuna, vulgar, dura, grosera, malsonante, incluso peligrosa, por otra elegante, suave, decorosa, que tiende a dulcificar o a atenuar el significado susceptible de molestar o afligir.

A mí siempre me han llamado la atención los eufemismos, porque me parecen ingeniosos artilugios del idioma, recursos mentales transformados en palabras para esquivar la implícita acritud de ciertas palabras o expresiones. Pero sobre todo me encantan aquellos que proceden de la espontaneidad del hablante. Tanto es así que durante un tiempo me dio por coleccionarlos, como si de sellos se tratara. En cuanto alguien decía algo que sonara a intento de evitar las palabras que en realidad hubieran correspondido al mensaje que transmitía, lo apuntaba en cualquier papel que tuviera a mano. Dejé de hacerlo hace años, cuando me di cuenta de que no hubiera habido en el mundo disco duro suficiente para almacenar todos los eufemismos que se decían a diario.

El otro día oí uno que a punto estuvo de resucitar mi antigua afición. Una presentadora de televisión entrevistaba a una meretriz, interesándose por cómo esta pandemia que estamos sufriendo afectaba a su trabajo. Pero cuando la entrevistadora se refirió al oficio de la entrevistada, no utilizó ninguna de los innumerables vocablos que describen la profesión más antigua del mundo, dijo que era una "mujer en condición de prostitución". Más eufemístico imposible. Y otro de hoy, esta vez de Pablo Iglesias, quien al referirse a la economía sumergida, que en sí ya es un eufemismo, ha dicho los que se ganan la vida mediante "mecanismos informales". No tiene desperdicio.

Ahora ya no se habla tanto de eufemismos como de lo políticamente correcto. Si el otro día el general Santiago en la rueda de prensa del comité de seguimiento del coronavirus hubiera utilizado un eufemismo o una expresión políticamente correcta, se hubiera evitado el aluvión de críticas que le llegaron desde la oposición. Si en vez de decir “minimizar el clima contrario a la gestión de la crisis por parte del gobierno” hubiera dicho “desenmascarar los bulos que circulan en contra de la gestión del Gobierno”, la cosa hubiera sido distinta. Si, además, en vez de la palabra Gobierno hubiera utilizado la expresión instituciones del Estado, el supuesto escándalo no existiría. Yo estoy completamente convencido de que en realidad quiso hablar de esto último, porque estaba dando cuenta del combate que mantiene la Guardia Civil contra los bulos y los montajes fraudulentos, que no son libertad de expresión sino delitos; pero lo dijo a la pata la llana, porque al fin y al cabo no tenía nada que ocultar.

Benditos sean los eufemismos y benditas las expresiones políticamente correctas si ayudan a la convivencia. Es verdad que hay veces que a los hijos de puta hay que llamarlos hijos de puta y dejarse de zarandajas. Sin embargo, la mayoría de las veces se puede sustituir esta expresión tan dura y malsonante por alguna menos hiriente. Incluso se puede precisar la intencionalidad con una frase aclaratoria, como aquella de "tu madre será una santa pero tú eres un hijo de puta". Y así no hay lugar a dudas.

2 comentarios:

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