10 de junio de 2020

Cuchufletas y dardos envenenados

Tengo la impresión de que son los políticos, y nada más que los políticos, los que andan crispados estos días, unos más que otros, algunos incluso al borde de la demencia. Lo digo porque a mí me da la sensación de que a los ciudadanos no les contagia tanto griterío, tanto insulto y tanta desfachatez dialéctica, lo que no quiere decir que no les gusten más unos que otros. Pero, salvo excepciones, no detecto crispación, en el exacto sentido de la palabra, entre las personas que trato habitualmente, colectivo en el que hay rojos, como las granadas maduras, y azules, como el mar océano, por no citar más que dos colores, aunque, si me lo propusiera, no tendría suficientes con los de la gama del arco iris.

Yo no había visto entre los políticos tanta grosería e impertinencia en mi vida, un derroche de mala educación que, además, destaca por venir de quien viene, de personas a las que por su posición en las estructuras sociales del país se las supone de dialéctica moderada y de expresión contenida. En ocasiones parece que uno en vez de asistir a una sesión parlamentaria estuviera en medio de una trifulca callejera, de esas de insultos malsonantes y navajas en la liga. Y aunque no son muchos los que se comportan así, entre los que destacan hay profesores universitarios y aristócratas de linaje. A veces tengo la sensación de que compiten por decir, no ya la última palabra, sino la más insolente.

Entre los ejemplos que puedo poner para ilustrar esta reflexión me han venido a la cabeza dos. El primero lo protagonizó Pablo Iglesias con su reiterada insistencia en llamar a la portavoz del PP señora marquesa. No había ninguna necesidad de utilizar la burla, a la que se suele recurrir cuando uno se queda sin argumentos. Es cierto que en este caso no se trata de un insulto, pero sí de una innecesaria alusión personal, actitud que, si bien en cualquier caso es inapropiada, en un vicepresidente de gobierno resulta inaceptable.

Pero la respuesta de la aludida fue mucho peor, yo diría que envenenada con toda la ponzoña que una persona puede almacenar en los rincones de su subconsciente. Llamar al vicepresidente hijo de terrorista supone una vileza imposible de superar en sede parlamentaria. Cuando lo oí no daba crédito a las palabras de Cayetana Álvarez de Toledo, a la que imaginé en aquel momento poseída por sus demonios internos. Veremos en que queda su falsa acusación, porque, como le advirtió el insultado, puede que estuviera cometiendo un delito. Los jueces lo dirán.

Ante tanto ruido de gallos (y gallinas) encrespados no hay justificación posible, ni tan siquiera si luego, pasada la refriega, se piden disculpas, que por cierto nunca son completas, siempre matizadas y sobre todo más falsas que los billetes de un euro. Puede ser que sosegado el ímpetu se den cuenta de que han metido la pata hasta el corvejón, pero su soberbia, su incapacidad de reconocer errores los mantiene firmes, aunque noten que su entorno se desmarque de las actitudes groseras.

En todos estos comportamientos hay un denominador común, que los exabruptos se pronuncian en los debates públicos, con luz y con taquígrafos, porque en definitiva lo que el ofensor busca es el aplauso de los suyos. Pero, señorías, ¿dónde han dejado ustedes la cortesía parlamentaria que se les supone, como al soldado el valor? Mucho me temo que estén tan metidos en sus duros caparazones políticos que no noten la gravedad de los insultos, la incomodidad que produce su rudeza en la mayoría de los ciudadanos. Así, con estas descalificaciones, lo único que conseguirán es ganarse fama de maleducados. Y, si acaso, quizá logren el aplauso de alguno de sus incondicionales. Pero, créanme, en realidad lo que ganan es descrédito político, porque se les ve a la legua que lo que les sucede es que se quedan sin argumentos.

2 comentarios:

  1. Alfredo Diez Esteban11 junio, 2020 20:43

    Entre la gente de derechas hay miedo y sí veo cierta crispación y odio.
    El comportamiento crispado y grosero lo veo con claridad en el PP y UP. Curiosamente no en Ciudadanos. Vox dice muchas barbaridades, pero el tono es en las formas suele ser más educado. El nivel de Cayetana e Iglesias es tristemente espectacular.
    Pero yendo a lo que hay debajo de la crispación, veo que el propósito del PP es crear un ambiente crispado como el que usó Aznar para desbancar a Felipe González. Piensan en el PP que si allí les dio resultado, ahora también se lo dará. Creo que se equivocan.
    Por parte de UP su comportamiento es meramente táctico. No quieren aparecer demasiado afines al PSOE para que no se les vayan electores a ese partido con quien comparten el gobierno. Y el PSOE tiene que mostrarse suave y razonable porque es el que está donde quería estar y los cambios probablemente serían a peor.

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  2. Me llama la ateción que consideres que Vox utiliza formas educadas. A mí sus mensajes de intolerancia me parecen groseros, aunque se digan a media voz y con corbata.

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