1 de mayo de 2021

Cuentan las ideas, no las personas

Siempre he sostenido que a la hora de elegir una opción política, es decir, cuando se trata de escoger papeleta hay que tener en cuenta las ideas y no las personas que al frente de los partidos las defienden. Lo primero es permanente y sustancial, lo segundo temporal y circunstancial. Cuando digo ideas, me refiero, por supuesto, a los grandes marcos ideológicos y no a los programas electorales concretos en un momento determinado. Nunca un programa satisfará por completo la ideología de un ciudadano, porque precisamente los detalles programáticos se basan en la coyuntura. Uno puede pensar, por ejemplo, que los impuestos son absolutamente necesarios para promover políticas de carácter social, pero que este no sea el momento más adecuado para subirlos. De manera que debería apoyar a quien tiene en su ideario el principio de la redistribución de la riqueza, aunque no se hable de ello en el programa porque la situación no sea idónea. Sabe, si le guían las ideas, que la opción que ha elegido defiende la fiscalidad progresiva, a pesar de que momentáneamente cualquier subida quede aparcada.

Me decía el otro día un viejo amigo -que no un amigo viejo-, de indudable mentalidad progresista, que el ambiente se ha enrarecido de tal manera que en estos momentos recela de todos, de los que siempre ha votado y de sus adversarios. Le contesté que los enrarecimientos los producen las personas y no las ideas; y le aconsejé que a la hora de elegir se centrara en estas y se olvidara de los políticos que las representan. Lo contrario significaría, por activa o por pasiva, favorecer las ideas que no comparte, en su caso las de los conservadores y ultraconservadores.

Es verdad que todos estamos hartos de tanta palabrería malsonante, de tanta hipocresía  y de tanto juego malabar. Pero no lo es menos que son las personas las que vociferan y las que se expresan con malsonancia. Las ideas continúan impolutas, ajenas por completo a cómo las defiendan sus defensores o ataquen sus detractores, porque trascienden sus figuras. Ellos desaparecerán algún día por completo de la escena política, mientras que los idearios que representan permanecerán.

A mí, que éste, aquél o el otro figuren en las listas electorales me ha traído siempre un poco sin cuidado. Su presencia no me dice absolutamente nada, más allá del juicio personal que me merezcan. A la hora de la verdad, como pertenecen a un sector ideológico concreto, su influencia no será de demasiada importancia, porque forman parte de un partido que se mueve impulsado por su ideología. Si éste es conservador mirará de reojo las reformas que persiguen el progreso social y si progresista intentará sacarlas adelante contra viento y marea.

Quizá sea en estos momentos, en medio del frenesí de insultos y descalificaciones, cuando más necesario es mantener las ideas claras y no permitir que la tramoya y los fuegos de artificio nos influyan. Las opciones siguen siendo progreso o reacción, no fulano o mengano. La farfolla y las florituras no deberían hacernos dudar. La duda nos puede confundir y, como consecuencia,  hacer que nos quedemos en casa. Y luego, claro, nos quejaremos.

5 comentarios:

  1. Esta vez no coincido del todo con la idea central del artículo. Creo que, ante unas elecciones, hay que fijarse en lo que promete hacer cada partido y en su capacidad y en la confianza que nos ofrece para conseguirlo y ahí cuentan las personas. Por eso mi voto no lo es cautivo de ningún partido; en cada ocasión voto lo que creo que es mejor para el bien común. La mayor parte de las veces – pero no siempre – ese voto coincide con mis preferencias de siempre.

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    1. Quizá no haya quedado claro que en el artículo no me refiero a partidos sino a ideologías. Es cierto que las primeras suelen estar representadas por los segundos de manera casi biunívoca. En el caso de que en un momento determinado hubiera tanta similitud entre dos partidos que fuera difícil decidir cuál de los dos representa mejor mis ideas, eempezaría a fijarme en los programas a corto y puede que hasta en las personas. Como hasta ahora no he encontrado tales similitudes, mi norma sigue siendo la ideología como punto de referencia a la hora de elegir mi voto. Porque esa ideológia, y no las promesas de sus representantes en ese momento, representa lo que yo considero mejor para el bien común.
      En cualquier caso, cuando debato nunca pretendo tener la razón. Sólo exponer mi punto de vista.

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  2. Te iba a contestar en la mísma línea que Anónimo: por supuesto que vas a votar según unas ideologías, y a los partidos que presenten programas ajustados a esa idealogías; mas, cuando hay varios partidos cuyas ideologías apenas difieren, vas a votar al político que te parece más creíble o capaz.

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    1. Fernando, creo que la respuesta que doy a Anónimo sirve para contestar a tu comentario. Sólo añadiré que si los que representan mi ideología fueran a mi juicio tan ineptos que pusieran en riesgo la práctica de lo que defiendo, daría mi voto en blanco. Pero nunca votaría opciones contrarias a mis ideas, por muy brillante que fuera el líder que las representa. No me dejaría la conciencia tranquila votar a quien su brillantez vaya en contra de lo que yo considero mejor para la sociedad.
      Pero, como digo en el otro comentario, sólo es mi punto de vista.

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