23 de mayo de 2021

Fallas culturales. Crónica de urgencia

En geología, se denomina falla a aquella fractura de la corteza terrestre en la que uno de los dos bloques laterales se ha deslizado respecto al otro. De ahí que a mí me guste hablar de fallas culturales cuando me refiero a las que se interponen entre dos naciones fronterizas con situaciones sociales, económicas y culturales muy distintas. En estos casos, podría decirse en sentido figurado que existe entre las dos una fisura de carácter convivencial.  El mundo está lleno de fallas culturales. Sólo por poner algunos ejemplos citaré las fronteras entre Estados Unidos y Méjico y entre Turquía y Europa. A los dos lados de las rayas se sitúan poblaciones tan distintas en sus maneras de entender la vida, que difícilmente pueden convivir sin que surjan entre ellas motivos de fricción. Pues bien, entre Marruecos y España se interpone una enorme falla cultural, que debería ser tenida siempre en cuenta al evaluar cualquier conflicto que surja entre los dos Estados.

Yo le tengo una gran simpatía a Marruecos, quizá porque viví los nueve primeros años de mi vida en Tetuán, entonces capital del protectorado español del norte de África, una variante del colonialismo en la que se respetaba el stablishment de la nación protegida. Allí, junto al Alto Comisario español, existía la figura del Jalifa marroquí, el máximo representante del sultán. Conservo por tanto recuerdos entrañables de aquella época, en la que las dos poblaciones convivían en paz y armonía, aunque es fácil suponer que las tensiones continuaran latentes. El protectorado significaba por un lado sumisión del protegido respecto al protector, pero también la obligación de que la protección incluyera la ayuda necesaria para el desarrollo socioeconómico.

Lo que ha sucedido estos días en Ceuta no puede explicarse si no se tiene en cuenta la brecha tan profunda que existe entre los dos países, sobre todo en el ámbito económico. La estrategia por parte del gobierno marroquí, desde mi punto de vista equivocada, de fomentar el paso de marroquíes a la ciudad autonómica jugándose la vida, no hubiera podido darse si no existiera la profunda falla.

El gobierno dice que no se ha tratado de una crisis migratoria, sino de un chantaje inadmisible, y estoy de acuerdo. Pero yo añado que los gobernantes del país vecino han actuado con muy poco sentido político, porque las declaraciones de los “asaltantes” ponen de manifiesto la miseria y desesperación que ha llevado a muchos a iniciar una aventura absolutamente inútil. Es curioso observar como sus quejas se dirigen contra quienes los han enviado.

El Estado español se está comportando de acuerdo con las difíciles circunstancias, respondiendo con prudencia a la provocación. Al gobierno no le ha temblado el pulso, pero tampoco ha sucumbido a tentaciones de actuar con mayor contundencia. Europa ha respaldado a España, un punto importantísimo si se tiene en cuenta que podría haber caído en la tentación de considerar la situación como un problema local y no comunitario. Las fuerzas de seguridad, las de protección civil y las armadas han puesto sobre el terreno lo mejor de sí mismos. El compromiso de España con la solidaridad y con el respeto a los derechos humanos ha quedado demostrado.

Pero la oposición ha actuado de manera escandalosa y mezquina. Explicaciones absurdas sobre el origen de la crisis y acusaciones fuera de lugar a determinados actores políticos han demostrado una vez más que no enienden lo que significa asunto de estado, un concepto que confunden con la crítica política. Deberían recordar la crisis de Perogil, cuando 150 legionarios ocuparon un islote de escasos metros cuadrados, “invadido” por seis policías marroquíes. No digo que no hubiera que haberlos desalojado, pero sí que aquel despliegue resultó esperpéntico por desproporcionado, muy al gusto de los patriotas de vía estrcha. Casado debería recordar aquello, pero de estadista tiene muy poco y sus consejeros de diplomáticos absolutamente nada. A cualquier español de pro debería darle vergüenza lo que la oposición de derechas ha hecho y sigue haciendo con este asunto.

De la ultraderecha no quiero ni hablar, porque ni siquiera aceptan los abrazos emotivos de una auxiliar de la Cruz Roja a un senegalés asustado. Han llegado a decir de este gesto que se trataba de una escaramuza de carácter sexual. Si por ellos fuera, habríamos declarado la guerra a Marruecos y se hubiera dejado que los niños y jóvenes que llegaban a nado se ahogaran. Hay que ser ruin y miserable para argumentar como están argumentando.

Para acabar, de la misma manera que las fallas geológicas son irreversibles, las culturales tienen solución, si no a corto, sí a medio plazo. Para ello es preciso trabajar en los dos lados para que mediante la colaboración vayan poco a poco disminuyendo las diferencias socioeconómicas. Y para conseguirlo, todo lo que se haga en esta crisis puede ayudar a acercarnos al objetivo o, por el contrario, a agravar las diferencias.

 

3 comentarios:

  1. Comparto el contenido del artículo, salvo el último párrafo, que me gustaría también compartir, pero que creo que se trata de un deseo lejano de la realidad. Normalmente las diferencias culturales permanecerán. Veo más probable una situación de respeto mutuo. Alfredo.

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  2. Estoy de acuerdo. Pero al mismo tiempo estoy convencido de que las diferencias culturales se liman cuando se equiparan las condiciones socioeconómicas. Porque, en definitiva, hablamos de diferencias culturales cuando deberíamos referirnos a los fanatismos religiosos. Y éstos desaparecen poco a poco con el progreso, con la mejora del nivel de vida.

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  3. Totalmente de acuerdo. Tenemos una derecha impresentable que no conduce a nada bueno.

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