10 de diciembre de 2021

De aquí a la eternidad

A pesar de que el título que he elegido para el artículo de hoy coincide con el de la oscarizada película dirigida por Fred Zinnemann en 1953, no me propongo hablar de cine. Sólo diré, ya que la he mencionado, que cuando la vi por primera vez, siendo aún un adolescente, me entusiasmaron su trama y las interpretaciones de sus numerosos protagonistas. Después la he vuelto a contemplar en varias ocasiones y en ninguna de ellas me ha defraudado, a pesar de que el tiempo suele convertir en añicos ante mis ojos las viejas películas. Pero no, como decía, hoy no voy a hablar de cine, sino que pretendo reflexionar un poco sobre la eternidad, aunque sea muy consciente de que corro un gran riesgo al meterme en determinadas materias. 

Tengo la sensación de que, aunque la comprensión del significado de la palabra eternidad no entra dentro de nuestras limitadas capacidades de razonamiento, aceptamos su existencia con cierta facilidad cuando hablamos del futuro, pero nunca cuando lo hacemos del pasado. Que los condenados al infierno vayan a estar ahí hasta la eternidad, forma parte de las afirmaciones de muchas religiones, cristianas o no cristianas, porque casi todas cuentan con algún averno en sus predicaciones amenazadoras, como también con algún paraíso prometedor de felicidades ilimitadas. Sin embargo, pocas personas admiten que el universo no tenga un principio temporal. La inmensa mayoría de los seres humanos creen que el universo apareció en un momento determinado, hipótesis que se sostiene bajo distintas teorías, entre las cuales está por supuesto la de la creación divina. Pero nadie explica qué había antes de ese momento.

La teoría del Big Bang, que defiende que el universo se originó tras una gran explosión, no contradice las conclusiones a las que trato de llegar hoy, porque al fin y al cabo ésta no fue más que un hito en la evolución de la materia-energía, un acontecimiento que los científicos sitúan en hace 13.800 millones de años. Parece evidente que lo que explotó en aquel momento tuvo que ser algo que ya existía. La pregunta que nos podríamos hacer a continuación es desde cuándo, y una de las posibles contestaciones sería desde siempre, lo que nos llevaría a la hipótesis de que el universo, o su antecesor antes de la gran explosión, procede de la eternidad, nunca tuvo un principio. Siempre ha estado ahí y siempre estará ahí.

Estoy hablando de tiempo, pero me gustaría hablar también de espacio. Los científicos nos explican que el universo se expande constantemente, lo que indicaría que sus contornos van ocupando cada vez más espacio. Y si la pregunta fuera ahora qué espacio está invadiendo, la respuesta podría ser el espacio colindante, es decir, el suyo propio. Lo que nos llevaría a la conclusión de que el universo ocupa un espacio ilimitado, sin fronteras.

Estas elucubraciones -nunca osaría titularlas teorías- chocan con la dificultad de que la mente humana, en el actual estado de su evolución, las comprenda. Somos muy pequeños, vivimos recluidos en un planeta perdido en el tiempo y el espacio, lo que dificulta que nuestras reflexiones se alejen del concepto de principio y final definidos, como también del espacial de límites físicos concretos.

A mí, elucubrador impenitente, me gusta recordar que nuestro sistema solar está incluido en una galaxia que contiene seiscientos mil millones de soles, cada uno de ellos con sus planetas y sus satélites. Extrapolemos por tanto a los millones y millones de galaxias conocidas, por no recurrir a las desconocidas.

Pero, aunque estemos perdidos en el universo, no quiero que me quiten el derecho a pensar, que me vengan con fáciles explicaciones de carácter metafísico.

4 comentarios:

  1. También fue yo lo primero en que pensé al leer el título: en esa grandiosa película de Fred Zinneman con unos imponentes actores y ritmo vibrante. Respecto al espacio eterno, siempre nos producirá en el ánimo una mezcla de sensaciones: vértigo, misterio, fantasía, ansia por saber qué hay más allá, y la eterna pregunta: ¿habrá vida inteligente,o simplemente vida, más allá de nuestras pequeñas fronteras?

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  2. Si, como los defensores de la teoría de la evolución sostienen, la vida en nuestro planeta se oiginó "por casualidad", cuando laboratorios naturales submarinos empezaron a combinar moléculas y después células, ¿por qué no pensar que en algún otro lugar del inconmensurable universo haya podido suceder lo mismo? De ahí a que su evolución haya dado lugar a la aparición de algún tipo de inteligencia sólo hay un paso.

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  3. No sabemos nada de los límites del espacio y el tiempo y no creo que nunca lo sepamos. Nos tenemos que conformar con descubrir y estudiar algunas cosas en un intervalo de tiempo y en una zona del espacio. Estos intervalos y zonas se van ampliando con los sucesivos estudios, pero no sabemos nada fuera de ellos. Cada día se observan nuevas galaxias situadas a distancias medibles en altas potencias de diez, en años - luz, pero ¿tiene sentido decir si ese tiempo y esas distancias son altos?

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    1. Es cierto, Alfredo, no sabemos nada. Pero ante lo desconocido cabe la reflexión, imaginar qué puede haber en los límites del tiempo y del espacio. Y una de esas imaginaciones, que no contradice ninguna ley física, es que no tengan límites. Otra cosa es que la mente humana sea incapaz de asimilar los conceptos de eternidad e infinitud.

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