26 de diciembre de 2021

Las ciudades están vivas

Confieso que soy un urbanita, que en las ciudades me muevo a gusto. Recuerdo que en una ocasión le oí decir al desaparecido crítico de cine Alfonso Sánchez, aquel simpático comunicador de voz gangosa al que tantos cómicos imitaban, que le horrorizaba el campo, hasta el extremo de que cuando subía la Cuesta de las Perdices, a diez kilómetros escasos de la Puerta del Sol de Madrid, creía que estaba entrando en la jungla. Yo no llego a tanto, porque salgo de mi ciudad con frecuencia, a la montaña o a la playa o a visitar lugares desconocidos por mí; pero cuando regreso, cuando distingo el “sky line” de Madrid, noto que empiezo a respirar mejor. Está claro que mis pulmones necesitan un poco de contaminación, que el exceso de ozono me descoloca.

Bromas aparte, si me gusta la ciudad es porque creo que todos los días descubro algo distinto en ella, itinerarios por los que nunca había pasado, edificios con placas que rememoran algún hecho destacable o algún vecino ilustre, nuevos ensanches hacia el extrarradio, derribos de lo caduco, reconstrucción de lo ruinoso o nuevas edificaciones para dar cabida a necesidades no cubiertas hasta ahora. Porque las ciudades están vivas, tanto como lo esté el espiritu de sus habitantes. Por eso, como le sucede a las personas, necesitan tratamientos para mejorar la salud o, en ocasiones, para disimular el paso de los años.

Ha llegado a mis manos una detallada descripción del plan denominado Madrid Norte, un proyecto que cuando se lleve a cabo prolongará el eje de La Castellana hacia la sierra, con docenas de edificios de gran altura rodeados de amplios parques, un nuevo barrio que estará dotado además de avances tecnológicos de última generación, como la recogida de basuras por un sistema de conductos neumáticos, del que dispongo de pocos datos. Una ciudad del futuro que dará cobijo a centenares de madrileños, en unas condiciones de vida que cabe imaginar de gran calidad.

Sin embargo, como el concepto ciudad goza de muchos detractores, no me extraña que el proyecto esté suscitando grandes controversias, desde los que lo acusan de “faraónico”, hasta los que hablan de pura especulación para que se enriquezcan unos cuantos. Eso ha sucedido siempre y siempre sucederá, porque las novedades provocan reacciones en contra. Las crónicas cuentan que la construcción de la Gran Vía de Madrid movilizó a la opinión pública de tal manera que los promotores estuvieron a punto de desistir de la idea. Afortunadamente triunfaron los reformistas y hoy contamos con esa gran arteria que atraviesa el viejo Madrid. De otra forma, nos encontraríamos posiblemente con un enorme distrito de calles tortuosas, con un caserío decrépito, con un barrio que el paso del tiempo habría convertido en intransitable.

Todavía recuerdo la cantidad de tinta que se gastó para criticar la iniciativa de construir las torres de la ciudad deportiva del Real Madrid, vaticinando los detractores toda suerte de desgracias para los habitantes de esa zona de la capital de España. Lo cierto es que el proyecto fue adelante, la ciudad ha ganado en habitabilidad y zonas verdes, y los ciudadanos, no sólo no han salido perjudicados, sino que por el contrario se están beneficiado de nuevas infraestructuras y mejoras de las antiguas.

Como sucedió con el Madrid Río, del que sólo se hablaba de las obras de soterramiento de la M 30 y de las molestias que las mismas provocaban a los conductores, cuando en realidad se estaba proyectando un fantástico parque lineal a lo largo de la ribera del Manzanares, del que han salido beneficiados miles de ciudadanos. Una vez más la iniciativa siguió adelante y Madrid en su conjunto ha ganado en prestaciones.

Yo amo los barrios antiguos de las ciudades, donde se encuentra su Historia. Me gusta pasear por sus calles porque es donde me encuentro más a gusto. Quiero que se las proteja, que se las embellezca y que se las adapte en confort y calidad a los tiempos que corren. Pero ese amor a lo antiguo no quita que me encante observar los proyectos que se ejecutan en los barrios perifericos, porque creo que los centros históricos se quedarían aislados de la realidad si el inmovilismo urbanístico venciera sobre las iniciativas reformistas.

En cada tiempo se debe hacer lo que corresponda, porque las ciudades están vivas.

6 comentarios:

  1. Yo, al contrario que tú, me declaro rural y amigo de los montes (no sé si habrá alguna palabra específica para este último tipo de amistad). Lo cual no quiere decir que de vez en cuando, sólo de vez en cuando, visite la ciudad y compruebe lo mismo que dices tú: que no recuerdo (pese a que mi ciudad no es Madrid sino mucho muchísimo más pequeña) haber pasado por algunos lugares. De las ciudades, por donde me gusta pasear es por los cascos viejos, por aquellas calles y plazuelas por donde han prohibido el tránsito rodado, zonas libres de humos y de ruidos.
    La ultima vez que fui a Madrid me sentí perdidísmo, ya no sabía coger el metro para ir de una punta a otra ni sabia qué nueva línea había que tomar para ir a algún sitio ni cómo funcionaban las máquinas expendedoras de tiques.
    Yo, si fuera Alcalde con suficiente poder, o Presidente, como decía un famoso periodista en un programa de TV de hace años, pondría un límite al crecimiento de las ciudades. Por ejemplo, propondría al parlamento de la Nación una ley que limitara el número de habitantes de una ciudad: a partir de, por ejemplo, cien mil habitantes, mejor, cincuenta mil habitantes, ya te tenías que ir a vivir a otra ciudad... sería una buena forma de descongestionar las grandes urbes ¿o no?
    Y dicho lo anterior, te deseo a ti y a los tuyos Feliz Año Nuevo en tu ciudad o en cualquier otro sitio adonde el destino quiera llevarte.

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    1. Fernando, la palabra que buscas podría ser montaraz. No es exactamente lo contrario de urbanita, pero podría servir.
      A mí, para pasear, también me gustan los cascos antiguos. Cuando me refiero a los nuevos ensanches, no lo hago pensando en mis paseos callejeros, sino en la mejora en general de la ciudad. Por otro lado, limitar el crecimiento de las ciudades sería algo así como ponerle puertas al campo.
      En cuanto al metro de Madrid, es cierto que requiere un poco de práctica, pero no es tan complicado como parece.

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    2. Por supuesto que no se le pueden poner puertas la campo, pero sí a las ciudades, con políticas que tiendan a la desconcentración de las grandes urbes y la descentralización por todo el territorio nacional,que es muy amplio.

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    3. Fernando, respecto a ponerle puertas a las ciudades, te sugiero que leas la historia de la cerca de Madrid de Felipe IV. Es una muestra clarísima de que las ciudades están vivas y de que intentar frenar su crecimiento no conduce a nada. Madrid siguió creciendo, se apelmazó y estuvo a punto de convertirse en una gigantesca aldea insalobre. Hasta que 250 años después se derribo.
      Tienes toda la información que necesites en Internet.

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  2. Esos barrios nuevos están muy bien para vivir en ellos: casas cómodas con algo de zona verde y calles amplias. Por eso es bueno que se implanten. Pero son fríos y aburridos. No creo que a nadie le apetezca pasear por calles como las de Sanchinarro, o Las Tablas, dos barrios muy buenos, pero que les falta algo. Yo creo que ese algo es, al menos en parte, la gente por la calle y las tiendas. También los edificios antiguos. Algunos nos encontramos mejor en un cuarto de estar que en un gran salón.

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    1. Alfredo, estoy de acuerdo en que esos barrios son fríos e invitan poco al paseo. Le suele pasar a todos los distritos residenciales del extrarradio. Pero son unas buenas soluciones para muchos ciudadanos. Yo, en el artículo, me refiero a los "megaproyectos" urbanos en general, necesarios si se quiere mantener la movilidad, la habitabilidad y la calidad de vida de los ciudadanos.
      Para pasear, el casco antiguo.

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