Acabo de leer un interesante ensayo de la escritora zaragozana Irene Vallejo -“El infinito en un junco”- que me ha fascinando. Se trata de una historia de los libros, a través de la cual asistimos a la evolución de la letra impresa desde todas las perspectivas posibles, la de los alfabetos, la de las palabras, la de los soportes físicos, la de los libreros y librerías, la de los autores, la de las costumbres de cada época, la de las vicisitudes históricas, la de las bibliotecas, la de los censores, la de los “bibliopirómanos” y la de todo lo que directa o tangencialmente haya tenido o tenga alguna relación con la escritura.
La autora, que derrama amor a la letra impresa en cada párrafo de su libro, se declara letraherida, palabra que, por ser para mí de poco uso, he tenido que consultar en los diccionarios, y que se aplica a quien siente una pasión extremada por la literatura. Pero Irene Vallejo no sólo es una letraherida, sino que además contagia su entusiasmo a los lectores, o al menos me lo ha contagiado a mí, aunque bien es cierto que yo contaba con muchos factores de riesgo para contagiarme con facilidad.
Transcribo de uno de sus capítulos un párrafo que en mi opinión constituye un buen resumen de las ideas de la autora: “Leer es escuchar música hecha palabra. Es cercanía y extrañeza. Es a veces hablar con los muertos para sentirnos más vivos. Es viaje inmóvil. Es una maravilla cotidiana. En este tiempo de reclusión, hemos comprobado que los libros amansan la ansiedad y nos regalan lejanías. Hoy valoramos -quizá más que nunca- el papel que desempeñan en nuestras vidas zarandeadas por la tormenta y el desconcierto. A lo largo de los siglos, estos cofres de palabras han sobrevivido a guerras, dictaduras, sequías, crisis y catástrofes."
Leer, añado yo desde mi humilde punto de vista, es trasladarse a un mundo paralelo al real, transitar por las veredas que nos propone el escritor, pero con absoluta libertad de interpretación. Porque el ejercicio de la lectura implica una recreación de las intenciones narrativas del autor, de tal forma que la imagen que nuestra mente almacena puede diferir de la que circulaba por la del creador de la historia cuando la escribía. Por lo tanto, habrá tantos libros que respondan a un mismo título como lectores tenga, porque cada uno de ellos lo habrá interiorizado de forma distinta. Quizá ésta sea una de las grandezas de la literatura, la de que sobre el esquema narrativo del autor se construyen muchas historias distintas.
Dime qué lees y te diré quien eres. Esta frase, que he oído muchas veces a lo largo de mi vida, encierra una profunda verdad. Sin embargo, lo maravilloso de la lectura es que estilos muy distintos pueden provocar en los lectores que los eligen sensaciones de felicidad muy parecidas. Porque la lectura es un acto de reflexión interna, que transciende la calidad del texto. Conozco personas que confiesan la necesidad que sienten de leer todos los días algunos párrafos de El Quijote, y otras que se consideran afortunadas por tener la oportunidad de recrearse con novelas policíacas o románticas o eróticas de escaso valor literario. Al fin y al cabo, la mente del lector tritura el texto, lo centrifuga, le vuelve a dar forma y lo asimila a su gusto y conveniencia.
Aunque suelo hacerlo en muy pocas ocasiones, recomiendo a mis amigos la lectura de "El infinito en un junco". Creo que no les defraudará.
Luis, ¿lo del "escaso valor literario" se lo adjudicas a a las " novelas policíacas o románticas o eróticas" o solo a estas últimas?
ResponderEliminarAngel
Se lo adjudico a las que tengan "escaso valor literario". Los géneros no marcan la calidad, sino cada novela por separado. He releído la frase y creo que mi intención está clara.
EliminarTenía noticias del libro y alguna tentación de leerlo, pero me daba algo de pereza justificada (en realidad injustificada) por el prejuicio de pensar que se trataba de un ensayo de poco valor. El artículo rompe mi prejuicio y sí, lo leeré.
ResponderEliminarCreo que no te defraudará.
EliminarEmpiezo a comentar desde el principio, que este artículo me resulta muy jugoso:
ResponderEliminarCuando leía libros ne papel sentía esas mismas emociones que describes, Luis. Ahora, con el libro electrónico, son otras las que siento, entre ellas el milagro de tener en un pequeño artilugio toda una biblioteca enorme para la que antes necesitabas una gran sala en la casa.
Apunto el libro de Irene Vallejo para leerlo próximamente.
Lo del escaso valor literario de los libros según que género yo también lo entendí en el sentido que les querías dar, es decir, que la calidad está en el libro y no en el género.
Por supuesto que leer calma la ansiedad y te hace viajar sin necesidad de moverte del sillón favorito de su casa.
Siento un poco de pena por esas personas que no han leído un libro en su vida.
Este artículo daría para comentar mucho, de hecho ya he tenido que borrar varios párrafos después de escritos, porque me parecía que ya me había extendido demasiado.
Y dicho todo lo cual sólo me resta añadir ¡Felices Fiestas y hasta el próximo artículo!
Gracias Fernando. Antes leían en papiros, después en pergaminos, más tarde vino el códice, después el libro de papel (en el que me mantengo para olerlo, tocarlo y guardarlo) y ahora el e-book. Lo importante es leer. Te gustará el libro de mi paisana.
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