Como decía aquel, yo sigo. No sé hasta cuando, porque las ideas no se me acaban, no por méritos propios, sino porque afortunadamente vivo rodeado de circunstancias que me inspiran constantemente reflexiones de muchos tipos. El mundo no para, la dinámica social no da tregua y la política se envenena y me envenena. Y como además me gusta escribir, es decir compartir con los demás mis pensamientos por erráticos que éstos sean, pues erre que erre, hasta que se me quiebre el magín o se me sequen las neuronas.
Cada uno de los artículos que publico en este blog tiene su causa. Cuando me pongo a escribir tengo a mi lado una lista de posibles temas a tratar, que he ido apuntando a medida que han surgido ante mis ojos o que se me han ocurrido como consecuencia de algo que haya observado a mi alrededor. Después, reunifico aquellos que responden a una misma idea y descarto otros por considerarlos de menor importancia. Por último, elegido el asunto, me pongo a escribir, sólo pendiente de la coherencia intelectual y del estilo lingüístico, esto último más por dignidad que por estética. Lo escrito ahí queda, al contrario de lo que le sucede a las palabras, que dicen que se las lleva el viento.
Hay ocasiones en las que un artículo me sale de un tirón. Pero la mayoría de las veces me veo obligado a ir párrafo a párrafo, deteniéndome cada poco para exprimir las ideas, corrigiendo una y mil veces lo escrito; hasta que la autocensura y el instinto de la prudencia me sugieren que lo que allí pone ni ofende a nadie ni contradice mis ideas. Lo primero es un intento de respeto hacia las opiniones de los demás, que quizá no siempre consiga; lo segundo un examen de conciencia para no decir nunca lo que no pienso, aunque es cierto que hay veces que no estoy seguro de no estar cayendo en contradicciones conmigo mismo. En estos casos, si me doy cuenta, borro lo escrito y abandono el tema.
Hay escritores que confiesan que nunca leen lo que han publicado. Yo sí lo hago, porque la lectura de una de mis propias opiniones al cabo de cierto tiempo me resulta un ejercicio instructivo, unas veces porque compruebo que ya no pienso como pensaba y otras porque el tiempo me ha demostrado que estaba equivocado. Pero también me ayuda a comprobar lo efímero que suelen ser los acontecimientos sociales y que lo que escribí un día ya nada tiene que ver con la realidad del momento. Supongo que esto es algo que le sucede a la mayoría de los que escriben sobre la actualidad.
Sin embargo el balance para mí es positivo. Me ayuda a pensar, a depurar mis ideas y a no dejar de tener presente a los demás, porque al fin y al cabo quien escribe nunca pierde de vista que sus palabras le pueden llegar a otros.
¿Hasta cuándo seguiré escribiendo en este blog? ¡Chi lo sa!