Yo en televisión sólo veo cine -no series, discúlpenme los “seriéfilos"-, informativos y alguna tertulia de “politólogos” que otra; y en la radio sólo sintonizo programas de opinión. Los debates entre tertulianos me entretienen y me ayudan a contrastar mis ideas con las de otros o, por lo menos, a conocer las razones en las que basan sus opiniones. Supongo que no hace falta que añada que las que veo u oigo responden a mis criterios intelectuales, porque me aburren, y a veces hasta me indignan, aquellas cuya intención no es otra que la propaganda política. Las considero un insulto a la inteligencia.
Me imagino que muchos de los tertulianos madrugarán para leer las noticias del día, de manera que luego puedan salir airosos en las discusiones que surjan durante los debates. Tienen por tanto el mismo nivel de conocimiento que poseen los que los contemplan u oyen, con la diferencia de que sus tablas y su osadía los convierte, ante los ojos y oídos de éstos, en profundos conocedores de la materia que se trate ese día. Dan la talla, o al menos eso creen ellos, porque hablar y hablar, que al fin y al cabo es lo que les exige el guion, los convierte en expertos de lo que sea menester. De esa manera tan simple adquieren la categoría de politólogos.
A los mantenedores de las tertulias habría que echarles de comer aparte, permítaseme la expresión coloquial. Suelen ser acreditados profesionales de la comunicación, unos mejores que otros, y cuando se limitan a moderar los coloquios sin intervenir en ellos, desde mi punto de vista cumplen con su función. Pero si llevados por el acaloramiento del debate intervienen con sus propias opiniones, estropean la función, porque de mantenedores pasan a tertulianos. Nadie imagina a un árbitro de fútbol intentando marcar un gol en cualquiera de las dos porterías con la puntera de su bota.
Los politólogos, además, se han convertido en tertulianos profesionales. Uno se los encuentra en distintos programas de radio y en diferentes cadenas de televisión, el mismo día y a distintas horas, porque seguramente una sola tertulia no les da para comer. Proceden de todas partes, de la política, del periodismo y hasta de la milicia. Últimamente se está viendo a coroneles y generales retirados, cuyas opiniones técnicas pretenden enriquecer el debate. La guerra de Ucrania está siendo una buena ocasión para que estos últimos expresen sus opiniones con bastante frecuencia, muchas de las cuales estoy convencido de que sus compañeros en activo cuestionarán, unas veces por falta de rigor y otras por desfasadas con los tiempos que corren.
En cuanto a los procedentes de la política activa y ahora en dique seco, aunque quieran no pueden disimular la ideología que profesan. Fueron cocineros antes que frailes, una circunstancia que aporta experiencia, pero resta objetividad. Los periodistas, quizá los más apropiados para mantener la audiencia atenta porque se les supone con capacidad informativa, son incapaces de evitar que se les huela el tufo de su propio medio de información. Ya se encarga el mantenedor de recordarnos de donde proceden y a quien representan.
Pero, a pesar de todo, yo seguiré oyendo y viendo tertulias, porque, con los filtros de la mente activados y las alertas intelectuales encendidas, siempre me aportan algún matiz que antes desconocía o me ayudan a ver las cosas con el color de otro cristal.
Hay que distinguir los politólogos de los tertulianos. Un politólogo, apoyándose en sus conocimientos, trata de analizar objetivamente las situaciones y comentarlas. Sus opiniones enriquecen los puntos de vista de los oyentes. Los tertulianos intentan convencer a los demás de sus propias convicciones, incluso cuando en algunas ocasiones dudan de ellas. Lo malo es que hay pocos politólogos. Sólo me viene a la memoria Pablo Simón.
ResponderEliminarDe acuerdo con el matiz. Precisamente, lo que yo digo es que ahora a cualquiera lo llaman politólogo. Pablo Simón, al que veo y oigo de vez en vez, es un buen amnalista político. Comparto tu opinión sobre él.
ResponderEliminarNo me gustan las tertulias donde se insulta, se grita, se interrumpe. Para mí eso es política-espectáculo o politiqueo. Prefiero los programas donde el entrevistador pregunta a sus invitados, a gente experta -llámese politólogo, economista o como quiera llamarse- y cada uno va dando su opinión y osotros, espectadores, vamos sacando nuestras propias conclusiones.
ResponderEliminarA mí tampoco me gustan las tertulias en las que todos gritan gritan y no dejan hablar. Afortunadamente esas no son todas. Hay algunas de bastante categoría, sobre todo en radio.
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