27 de marzo de 2022

Las ardientes arenas del desierto

Hablaba yo el otro día con un buen amigo mío sobre la decisión de Pedro Sánchez de apoyar la autonomía del Sahara, cuando hasta ahora la postura oficial de España había sido defender un proceso de autodeterminación. Enseguida me di cuenta de que coincidíamos en nuestros puntos de vista, a pesar de que este tema nunca había surgido en las frecuentes conversaciones que mantenemos entre nosotros. A los dos, curiosamente, la parte romántica de nuestras percepciones nos dictaba que el pueblo saharaui se hubiera merecido la independencia, pero, también a los dos, el realismo político nos movía a considerar que se trata de un asunto enquistado desde hace lustros, que es preciso resolver cuanto antes en beneficio de todos, de los saharauis, de los marroquíes y de los españoles.Y también, cómo no, de Argelia

Recuerdo muy bien la “marcha verde", como se llamó a la invasión del Sahara español por una muchedumbre formada por 300.000 personas, entre las que intentaban infiltrarse 25.000 militares marroquíes. Fue promovida por el rey Hasán II y organizada por agentes de la CIA, que se encargaron de facilitar el complicado apoyo logístico que tuvieron que desplegar. Fue en noviembre de 1975, cuando Franco agonizaba y la sociedad española estaba más pendiente de su futuro inmediato que del conflicto saharaui. El gobierno español, incapaz de contener a la masa de invasores, contra la que por razones obvias no podía disparar, claudicó y entregó el territorio a Marruecos y a Mauritania. Muchos sentimos vergüenza ante la tropelía, pero nadie movió un dedo en contra, entre otras cosas porque el régimen autoritario que nos gobernaba no lo hubiera permitido. Fue entonces cuando nació, como un reflejo condicionado por la humillación sufrida, un sentimiento prosaharaui, que, aunque cada vez más débil, se ha mantenido durante 47 años.

Desde entonces han sucedido muchas cosas, entre ellas que Marruecos se ha hecho con el control efectivo del territorio y que muchos saharauis se han adaptado al nuevo estatus. Una minoría, sin embargo, vive en campamentos de refugiados en la provincia argelina de Tinduf, en condiciones de gran precariedad, sin agua corriente y sin el más mínimo confort habitacional. Según algunas fuentes, se estima que dos tercios de las mujeres sufre anemia y que un tercio de los niños padece desnutrición. Un panorama desalentador.

Estos campamentos se mantienen gracias a donaciones internacionales y a la ayuda de ACNUR, la agencia de Naciones Unidas para los refugiados. Pero estas contribuciones han ido disminuyendo a la largo de los años, con lo que está aumentando la situación de desamparo de una población que, en su mayoría, no conoce su patria. Las nuevas generaciones están emigrando hacia Europa o hacia otros lugares argelinos, por lo que no es descabellado pensar que dentro de unos años sólo quede allí una población de ancianos. Esta es una realidad de la que se habla poco, pero que es preciso tener muy en cuenta antes de cualquier otra consideración.

Por tanto, como decía arriba, el gobierno ha pensado que ha llegado el momento de ejercer el realismo, que, en estos momentos, después de tantos años, pasa por aceptar la presencia de Marruecos y apoyar la autonomía de la región en las mejores condiciones posibles para los saharauis. De esta manera, saldrán ganando los saharauis, España y Marruecos. Además, es muy posible que Argelia, enfrentada a sus vecinos marroquíes desde hace años por litigios fronterizos, pasada la indignación inicial por el cambio de criterio, sienta alivio, porque los campamentos de Tinduf representan para este país una fuente de preocupaciones y una sangría económica.

Resumiendo, aunque el corazón nos pida a muchos seguir defendiendo la autodeterminación del Sahara, la razón debe llevarnos a entender el cambio de postura oficial de España. Marruecos es un vecino con el que es necesario entenderse por evidentes razones de seguridad, pero también debido a los lazos económicos que siempre han mantenido nuestros dos países. Centenares de empresas españolas operan allí, por lo que es de esperar que, si la situación se normaliza, las oportunidades de inversión económica aumenten.

Esto no significa que haya que dejar a los saharauis a su suerte. Todo lo contrario, es de esperar que la autonomía administrativa reconduzca la situación de abandono en la que ahora se encuentran.

 

7 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo, Luis. Es más: ha sido una pequeña e interesante lección de historia.

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    1. Fernando, yo viví esa parte de la historia de España muy de cerca. Tengo vivo el recuerdo de aquellos días.

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  2. A partir de la política de Trump respecto a Sahara, no modificada por Biden, se veía el poco futuro de un Sahara independiente. Lo que no entiendo es la forma en que el Presidente ha decidido y hecho público el cambio de criterio de España.
    Tengo al impresión de que está relacionado con la reciente visita de la número dos del Departamento de Estado de USA.

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. Alfredo, he eliminado el comentario anterior porque había un error.
      Efectivamente, ese es el reproche que le ha hecho la oposición, quizá porque no encontraba otro. Los movimientos diplomáticos requieren, además de discreción, aprovechar el momento oportuno internacional. A mí no me ha sorprendido la forma.

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  3. En mi opinión Sánchez, ha sufrido un desgaste innecesario. El cambio de postura de España debió hacerlo público él y no el rey de Marruecos. Y además venderlo como una compensación por algo, aunque esa compensación fuese dudosa, por ejemplo, la colaboración de la policía Marroquí contra los saltos de la valla, un futuro aumento de la cuota pesquera del Sahara, ... lo que sea.

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  4. Alfredo, creo que en un asunto de política internacional, tan complejo como éste, hay que esperar a ver los resultados a medio y largo plazo. Los entresijos del asunto no son conocidos, aunque la seguridad de nuestro país está entre ellos. Te animo a que analices la última reorganización del Ministerio de Defensa, con la creación del llamado Mando de Canarias, que agrupa a todas las unidades fronterizas con Marruecos.

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