18 de enero de 2023

Los "imperios" del siglo XXI

Como soy un modesto aficionado al estudio de la historia de lo que llamamos el Imperio Romano, nunca he podido evitar establecer comparaciones entre lo que significó en su momento aquel interesante periodo de la humanidad con la influencia que ejercen hoy los estados hegemónicos en sus respectivas áreas de influencia. Estados Unidos, salvando las distancias de todo tipo que existen entre los dos modelos -el romano y el americano-, es un país que en ciertos aspectos supone con relación a sus aliados lo que supuso Roma en el conjunto de territorios que configuraban su área de expansión. Porque de la misma manera que grandes zonas nunca fueron provincias completamente romanizadas, a los países del bloque occidental, aunque sean soberanos, el juego de los equilibrios geoestratégicos los obliga a mantener solidos lazos con Washington.

En contra de lo que suele creerse, las provincias romanas nunca fueron sometidas por completo al poder de Roma, entre otras cosas porque ésta no contaba con capacidad militar suficiente para ello. Su ejército era poderoso y muy bien organizado, incluso temible, pero la extensión geográfica nunca hubiera permitido la creación de un único estado, en el sentido que hoy damos a esta palabra. Su manera de dominar se basaba en alianzas con las autoridades locales, a las que no remplazaba, sino que manejaba con mayor o menor habilidad. El resultado fue el mismo que si se hubiera impuesto por la fuerza, pero sin necesidad de utilizarla, salvo para proteger a sus propias autoridades destacadas, los gobernadores, quienes en realidad actuaban como si fueran embajadores o, si se prefiere, como defensores de los intereses del imperio.

Por eso digo que los países hegemónicos de hoy actúan de manera similar, insisto en que salvando las distancias, que son muchas y muy grandes. Ucrania, una vez disuelta la URSS, está pretendiendo desligarse del “imperio” ruso y pasar a integrarse en el americano. Por supuesto que sus representantes no lo dicen así, sino que suavizan el alcance de su pretensión interponiendo a Europa. Pero si se concluye que Europa forma parte de este segundo supuesto “imperio”, se cierra el círculo.

Vistas las cosas así, nada tiene de particular que los países de la Unión Europea no hayan dudado ni un instante en tomar partido a favor de las pretensiones ucranianas, porque no les es indiferente que este importante estado se coloque en un lado o en el otro, ya que aportará mucho a los que estén en el que Ucrania se termine ubicando geoestratégicamente y perjudicará a los que se alinean en el contrario. Por consiguiente, no debemos extrañarnos de estar metidos en el conflicto, aunque sea de manera indirecta.

Que nadie al leer esto piense que estoy defendiendo los imperios del siglo XXI. Ni los defiendo ni los ataco, me limito a constatar que de hecho existen, nos guste o no, porque mis ideas al repecto serían objeto de una reflexión que hoy no toca. En cualquier caso, este artículo no deja de ser una elucubración simplista por mi parte, que me ayuda a entender mejor los complejos equilibrios de la política internacional, donde los ciudadanos de los países medios o pequeños no entendemos muchas veces qué se cuece en el tablero internacional. Nos vemos manejados por hilos invisibles, cuando en realidad todo responde a un juego de equilibrios en el que estamos obligados a participar.

Si se tiene en cuenta lo anterior, se entienden mejor los compromisos internacionales. Hay una izquierda radical europea que denuncia constantemente que la Unión Europea siga a pies juntillas las políticas dictadas por USA. Creo que se trata de una ingenuidad, porque hoy por hoy cualquier país está obligado a alinearse, con unos o con otros. De ahí que cuando levantan la voz contra la intervención en Ucrania se les reproche inmediatamente que se están poniendo del lado del otro “imperio”, el ruso. Porque no hay otra posibilidad.

Quizá algún día Europa gane hegemonía, sea de verdad independiente de las decisiones de otros y pueda elegir con plena autonomía lo que le interesa en cada caso. Entonces empezará a hablarse del “imperio” europeo.

2 comentarios:

  1. Es una pena que todavía en este siglo tengamos que arreglar los desequilbrios internacionales con trágicas guerras en lugar de con la diplomacia; pero mucho me temo que a tipos como Putin sólo se les vence plantándoles cara con armamento pesado. Creo que son las razones que mejor entienden.

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  2. Siempre ha habido tipos como Putin y lamentablemente siempre habrá. Por eso se forman los imperios del siglo XXI, al fin y al cabo alianzas para defender intereses comunes. La disuasión preventiva es el mejor arma para evitar las guerras.

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