La mía está clara. Yo tengo el alma republicana, una manera de expresar que me cuesta mucho asumir el principio de la sucesión dinástica. Dejar a una de las instituciones más representativas de la nación -la jefatura del Estado- en manos del azar genético me parece un anacronismo, algo fuera de lugar. Si además tenemos en cuenta que si estudiamos nuestra Historia sin apasionamiento y con objetividad comprobamos que las distintas dinastías, no sólo no han servido para unir a los españoles, sino en muchos casos para dividirlos y enfrentarlos, para mí la elección está clara.
Ahora bien, donde tengo mis dudas es en la conveniencia o
inconveniencia de traer este tema a debate en estos momentos. Nuestro país está muy
polarizado, no ahora sino desde siempre. La trayectoria histórica de España ha sido
azarosa, con grandes confrontaciones entre las llamadas dos Españas, la de los
conservadores y la de los progresistas, la de los absolutistas y la de los liberales, la de los de echar el freno y la de los de pisar el acelerador. Ahora, afortunadamente, esas
diferencias están canalizadas a través de un sistema democrático que nos
permite vivir en paz, a pesar de los gritos, de los aspavientos y de las
exageraciones de los políticos.
Una república supone la elección de su presidente cada cierto tiempo, figura que requiere un alto grado de consenso entre todas las fuerzas parlamentarias, porque, aunque pertenezca a un partido, su responsabilidad está por encima de las opiniones de cada una de las partes. Si algunos no son capaces de renovar un tribunal de justicia cuando corresponde, que sucederá en el momento que tengamos que elegir nada más y nada menos que a la más alta jerarquía del país. Por tanto, pudiera ser que introducir un nuevo elemento de discordia no fuera demasiado útil.
Como resumen, a pesar de que me considero republicano y de que creo que las monarquías son reliquias institucionales del pasado que tarde o temprano desaparecerán, tengo grandes dudas sobre la conveniencia de introducir en estos momentos en el panorama político español un nuevo elemento de discrepancia. Puede ser que lo sensato sea verlas venir y mientras tanto exigir con rotundidad prudencia y honradez a los monarcas y no mirar para otro lado cuando no cumplan con sus obligaciones cívicas e institucionales.
De manera que, si ha venido el
emérito a Sanxenxo a pasearse por sus muelles del brazo de sus amigos, hagamos
de tripas corazón, lo que no significa que le aplaudamos. La Casa Real sabrá lo que está haciendo con su futuro inmediato, porque está jugando con fuego. Estos viajes de ostentación millonaria no hacen otra cosa que echar más leña a la hoguera.
Yo también me considero republicano. La Monarquía hereditaria es una Institución que tendría que haber sido abolida desde hace tiempo, es algo totalmente anacrónico. El problema para abolirla es que hace falta un Referéndum, y para alcanzar éste hace falta una amplia mayoría en el Congreso, no necesariamente de izquierdas, convencida de que hay que plantearlo.
ResponderEliminarPor eso digo que tengo mis dudas sobre el momento. Además de que habría que salvar obstáculos constitucionales, las campañas podrían levantar sarpullidos, porque los partidos de derechas, que nunca han sido monárquicos, ahora dicen que son más que el rey. En mi opinión, hay que esperar.
ResponderEliminar