10 de abril de 2023

Paz social

Le pregunté el otro día a un joven empresario perteneciente a mi entorno más próximo que cómo veía él la situación de España desde un punto de vista económico. La contestación fue taxativa: muy bien, sobre todo si tenemos en cuenta la que está cayendo. El crecimiento resiste, la inflación se frena, el paro disminuye, las exportaciones aumentan, las inversiones de capitales extranjeros cada vez son mayores y, sobre todo, hay paz social. Los sindicatos, aunque beligerantes, tienen un comportamiento razonable; y las organizaciones empresariales, a pesar de que  parezcan algo hostiles a las políticas del gobierno, porque es lo que les corresponde en el juego de los equilibrios, en el fondo están cómodas con la situación.

En esa conversación estaba presente otra persona de la que yo sabía que era de clara filiación conservadora. Cuando oyó lo anterior, sin pensárselo dos veces, intervino para decir: pero no podemos olvidar lo del "solo sí es sí". No hizo absolutamente ninguna réplica a las consideraciones del primero, pero introdujo una de las consabidas cuñas de lo que a la mayoría de los españoles les preocupa muy poco. El trillado argumentario de lo anecdótico siempre está disponible cuando no se encuentran razonamientos para combatir lo sustancial. Fue una conversación que me ayudó a entender muchas de las cosas que ahora están sucediendo en el escenario político español.

Entre las bondades de la situación, mi interlocutor citó la paz social como uno de sus ingredientes. Como estamos tan acostumbrados a vivir en una sociedad tranquila, donde por lo general las diferencias socio-económicas se dirimen en negociaciones y no quemando coches o destrozando escaparates, la tranquilidad en las calles no nos llama la atención. Ni por contraste con las barbaridades que vemos estos días en Francia, donde algunos todavía no se han enterado de que la Bastilla ya se tomó hace más de dos siglos.

Ni siquiera el índice de paro, que a pesar de la disminución aún continúa siendo preocupante, parece alterar la situación. Posiblemente lo que suceda es que existe una economía sumergida que aminore los efectos del desempleo. No es que esta situación sirva de consuelo, ni mucho menos; pero a la hora de contemplar la realidad de nuestra economía es un factor a tener en cuenta. Si no, estaremos analizando un escenario irreal.

Dicen ahora que la oposición va a basar sus argumentos electorales en criticar al gobierno por la situación del bolsillo de los españoles. Pero yo no me lo creo, porque, aunque falseen las cifras, aunque nieguen la veracidad de los datos como lo están haciendo constantemente, la percepción del español de a pie es que las cosas no van tan mal como ellos dicen. Por eso, mucho me temo que volverán a agarrase a los consabidos tópicos, a descalificaciones que se basen en lo anecdótico y no en lo sustancial.

Como por ejemplo a la ley del “sólo sí es sí”. O a los rocambolescos calificativos de sociocomunistas, bolivarianos, amigos de los terroristas, compadres de los separatistas y otras hierbas aromáticas.

2 comentarios:

  1. Es bueno tomar conciencia, de vez en cuando, de lo bueno que tenemos y el artículo lo hace muy bien. Una Oposición inteligente debería atribuirse parte del mérito de la razonablemente buena situación de la economía española en vez de negarla. Se ve que es mucho pedir.
    ¿Hay cosas que mejorar? Por supuesto. Sería conveniente bajar aún mas el paro, controlar la Deuda y anticiparse a una posible desviación del Déficit. También evitar cualquier comentario excesivo sobre la clase empresarial. Pero debemos mirar la toda botella, que está bastante llena, en lugar de mirar sólo la parte que queda por llenar.

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    1. Gracias Alfredo por tu comentario.
      Efectivamente queda mucho por hacer, pero hay que tener en cuenta de dónde venimos. En mi opinión, las políticas de este gobierno están cambiando las tendencias de manera considerable. Por tanto, veremos hasta dónde son capaces de llegar.
      A mí tampoco me gustan los descalificativos personales, ni a empresarios ni a nadie. En este caso, no proceden del gobierno (que tiene sus portavoces), sino de alguno de sus miembros. Los gobiernos de coalición tienen este problema: si alguna de las partes saca los pies del plato, la oposición carga contra la totalidad. Pero conviene que distingamos entre gobierno, que tiene un presidente y unos portavoces, y los partidos que lo forman. Yo lo hago.

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