22 de noviembre de 2023

Cruces de Borgoña y águilas bicéfalas

 

Después de haberse pasado la vida intentando adueñarse en exclusiva de la bandera de España, parece ahora que a los de la ultraderecha les resulta insuficiente y necesitan más. Últimamente han empezado a aparecer en las manifestaciones “patrióticas” docenas de cruces de Borgoña, un distintivo que caracterizaba a los ejércitos imperiales españoles siglos atrás, una cruz de San Andrés en cuyos brazos se aprecian nudos de ramas cortadas. En algunas de ellas, por si fuera poco, con el águila bicéfala del emperador Carlos V superpuesta. Como decía un buen amigo mío cuando algo le sorprendía, da que pensar.

En las alteraciones del orden público que se han vivido en las calles en las últimas semanas, no sólo se exhiben cruces de Borgoña, sino además antorchas encendidas. Dos símbolos, el del imperio añorado y el del fuego destructor.  La exaltación y el exterminio, todo unido a favor de quimeras fascistas, de ensoñaciones enfermizas, de la destrucción de la convivencia. Por supuesto que no era lo único que los aguerridos de la ultraderecha exhibían, porque también se han podido ver adoquines arrojadizos y, sobre todo, muchas capuchas encubridoras de la cobardía. Toda una exhibición de la parafernalia ultra, de los que añoran la noche de los cristales rotos.

Si esta ultraderecha, aleccionada por sus líderes y consentida por los dirigentes conservadores, ha llegado a estos extremos de esperpento se debe a que están desesperados. A Vox las encuestas no le van bien, el desprestigio ensombrece las figuras de sus líderes y están rabiosos. Si no fuera porque estamos en Europa, protegidos por un club demócrata muy poco amigo de veleidades golpistas, estos vándalos no cesarían hasta intentar romper la convivencia. Sus mentes, nada proclives a la palabra y al razonamiento, los conduce por la única senda que conocen, la de la dialéctica de los puños y las pistolas. Brazo en alto, “caralsoles” y pedradas.

Pero lo peor de todo esto es que cuentan con la complicidad del PP, algunos de cuyos líderes nadan en la complacencia, justifican las manifestaciones en aras de la defensa de España y tildan a sus adversarios políticos de poco menos que de haber vendido su alma al diablo. No hacen absolutamente nada para parar los desmanes, porque en el fondo les gusta revolcarse en el fango del río revuelto.

Tengo muchos amigos conservadores y alguno de ellos más que eso. Cuando sale este tema en cualquier conversación se callan o bifurcan a otros menesteres o dicen aquello de y tú más. No están cómodos con lo que sucede, porque una cosa es ser de derechas y otra muy distinta reventar las calles. Como se han quedado sin una formación política que represente de verdad el conservadurismo moderado, están perdidos. Sólo les queda o el silencio o culpar a Pedro Sánchez de todas las desgracias que padece la humanidad.

Este país se merece otra derecha, un partido conservador que sirva de contrapeso a las en algunos casos exageraciones reivindicativas. Pero no un Frente Nacional al estilo de los fascismos que campearon por Europa en las primeras décadas del siglo pasado.

Los conservadores moderados se han quedado huérfanos y buscan con denuedo amparo.

2 comentarios:

  1. De todo lo que has comentado, quiero resaltar el tema de los amigos: ¿cuál ha de ser nuestra actitud hacia esos amigos que se creen lo que dice la derecha y llaman traidor, vendido, golpista, etc. a Pedro Sánchez? ¿les dejamos de hablar cuando vemos que nuestras argumentos caen en saco roto o que ni siquiera desean hablar del tema? Creo que hay muchas amistades que se van dejando por el camino por causas políticas, y eso es un grave problema que conduce a la polarización, a los extremismos y a la pérdida de amigos. Resulta muy difícil sostener una conversación medianamente racional con alquien que no comulga con tus ideas: o bien empiezan los gritos y los insultos o bien los incómodos silencios.

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    1. Buen tema. Yo he optado por evitar las discusiones políticas. Tengo amigos de todos los colores que conocen perfectamente mis opiniones, pero al mismo tiempo saben que no entro al trapo de las provocaciones. Una cosa es respetar las ideas de los demás y otra muy distinta admitir la agresión dialéctica. Afortunadamente no he tenido hasta ahora que retirar el saludo a nadie.

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