En otro artículo, hace tan sólo unos días, opiné que tan terroristas eran los unos
como los otros, y lo mantengo. Los ataques de Hamás adolecieron de una crueldad
contra la población civil que permite catalogarlos con este título, por muchas
que sean las razones que justifican la indignación de los palestinos, que no las niego. Pero los bombardeos y acciones terrestres israelíes contra una población
encerrada entre unas estrechas fronteras constituyen, sin paliativos, un genocidio, ordenado
por un político corrupto y con vocación de autócrata que se llama Netanyahu, al que apoya la extrema derecha de aquel país. El
otro día le oí decir a Javier Solana, antiguo responsable de las relaciones
exteriores de la UE, que el actual primer ministro de Israel es sin duda el peor
político que ha tenido Israel desde que existe como estado.
Supongo que el presidente Biden no lo debe de estar pasando
bien, porque una cosa es respaldar la defensa de los israelíes en aras de mantener el
equilibrio en la zona y otra muy distinta verse salpicado por las atrocidades
que se están cometiendo en Gaza. La indignación mundial va creciendo y el
prestigio del presidente de EE.UU. disminuyendo. Reconozco que su posición es muy
delicada, porque no puede permitir que se rompa la difícil situación de
inestabilidad en Oriente Próximo; pero las atrocidades están siendo tales que
no debería permanecer en silencio.
Decía el otro día que hace muchos años que sigo la evolución
de este inacabado conflicto. Esta vez, a
diferencia de otras, tengo la sensación de que podríamos estar ante un punto de
inflexión. El eco de las barbaridades se está propagando a lo largo y ancho del
mundo como no había sucedido hasta ahora, lo que me hace pensar que la
comunidad internacional se verá obligada a exigir un alto el fuego y a
continuación obligará a las partes a una negociación que devuelva la
estabilidad a la zona. Si no se hace así, aumentará
la presión del conflicto, porque el pueblo palestino y los que apoyan su causa
tiene ahora todavía más razones para continuar la lucha. Israel podrá masacrar
a la población civil, debilitar la estructura militar de Hamás; pero el
espíritu de liberación de su patria, no sólo no desaparecerá, sino que aumentará.
Ya se están oyendo voces dentro de Israel en contra de la
política que está siguiendo el gobierno de Netanyahu. Quizá por ahí pueda venir una
solución, por la propia reacción interna. Porque una cosa es que con unanimidad
los israelíes estén dispuestos a defender su país y otra muy distinta que
consideren que el procedimiento que se está siguiendo sea el adecuado, no sólo por la crueldad, sino sobre todo porque se están sembrando nuevas semillas de odio, que al final repercutirá en la seguridad de Israel a medio y largo plazo. Pan para hoy y hambre para mañana, como dice nuestro refranero.
Sigo apostando por una solución negociada, pero no tengo más remedio que manifestar mi indignación por lo que está sucediendo en estos momentos. Porque una cosa es el derecho a defenderse y otra hacerlo mediante el exterminio del enemigo.
Hay que resaltar que Hamás es un grupo terrorista, que mató a mil seiscientos israelitas civiles; pero es que el Israel es un Estado democrático, que lleva asesinados a nueve mil palestinos, entre ellos muchos niños inocentes. Es como si en España, tras un atentado de Eta, al gobierno español le hubiera dado por bombardear el País Vasco y matado a miles de civiles.
ResponderEliminarHay analistas que sostienen que esto no se acabará nunca porque Israel está ocupando desde 1948 un territorio que no es el suyo y se encuentra rodeado de un montón de grandes países que nada tienen que ver con él ni en cultura ni en costumbres ni en raza ni religión.
Fernando, respecto a tu primer comentario, el terrorismo es terrorismo con independencia del número de víctimas. Los ataques de Hamás fueron terroristas y la invasión de Gaza se está haciendo con métodos terroristas.
ResponderEliminarEn cuanto al segundo, hay una resolución de la ONU que defiende la coexistencia de dos estados, que es la que a mí me sirve como referencia para fijar mi posición. Israel no la está cumpliendo. Si Naciones Unidas consiguiera controlar la situación, cabría una salida. Pero la intransigencia de las partes lo hace imposible.