Es curioso observar hasta qué extremos ha llegado la obsesión
por las negociaciones entre Junts y el gobierno en funciones. Las campañas orquestadas al unísono por el PP y Vox han causado un efecto impresionante en la opinión pública, porque
no hay capa de nuestra sociedad que no cuente con vociferantes contra las
negociaciones y contra los acuerdos. Ayer, un buen amigo mío escribía en un
WhatsApp de grupo la siguiente frase: “vaya país que le vamos a dejar a
nuestros hijos”. Me quedé perplejo, no ya por la poética rememoración
unamuniana -me duele España-, sino por la exacerbada lamentación. Hay que estar
muy afectado por la paranoia para caer en tan patético pesimismo.
Como no suelo contestar a este tipo de llamémoslas
provocaciones, no respondí lo que me pasó por la imaginación en aquel momento,
que me siento muy orgulloso de que nuestra generación diera un gigantesco salto
entre la ranciedad de la dictadura y la consolidada democracia en la que ahora
nos movemos. Además, por si lo anterior no hubiera quedado claro, habría añadido que mientras
heredamos una España al margen de las grandes organizaciones internacionales, mirada con recelo por las democracias europeas, ahora contamos con un estado sólido que se mueve por derecho propio dentro de
la UE, la zona más desarrollada del planeta y la más respetuosa con los derechos
humanos.
La paranoia nacional que nos envuelve está creando un estado
de opinión pesimista y amargado, una especie de negación de la realidad de
nuestro país. Porque, mientras que los pactos con los separatistas no son más
que movimientos en el tablero de la política, y por tanto siempre susceptibles de ser corregidos por
la dinámica política si fuere necesario, la propagación de la pesadumbre y del desconsuelo minan
la moral de los países hasta extremos muy peligrosos.
Si esto está sucediendo antes de que se conozca con exactitud el alcance de los acuerdos que se están negociando, qué no sucederá cuando Pedro Sánchez sea investido presidente. Me refiero a los gritos y a los aspavientos, no a la estabilidad del país, porque, como decía arriba, nuestras instituciones gozan de buena salud y garantizan la gobernabilidad y la continuidad democrática.
Yo recomendaría a los afectados por este contagio paranoico que mantuvieran la calma, que no perjudiquen su salud con tanto desasosiego. Pero, sobre todo, que tengan más confianza en la fortaleza de nuestra nación.
Nuestras instituciones gozan de buena salud excepto el CGPJ, que lleva cinco años "acatarrado"
ResponderEliminarCierto. Una auténtica vergüenza. Los "defensores" de La Constitución" lo tienen bloqueado.
ResponderEliminarYo no creo que haya paranoia nacional. Es verdad que hay una alarma general, pero basada en ideas que, ni son falsas ni son absurdas. Así que faltan dos condiciones. Hay bastantes personas. no todas del PP o de Vox, que están – estamos - alarmadas con los movimientos de Sánchez. Soy consciente de que lo que sigue es una exageración, pero supongo que en 1938 los seguidores de Chamberlain considerarían paranoicos a los que entendían que el nazismo era un peligro real y no aprobaban que firmase los Acuerdos de Munich.
ResponderEliminarPor cierto, si tenemos un Estado que se mueve por derecho propio dentro de la UE, no es gracias a Sánchez, sino a Leopoldo Calvo Sotelo en su corto mandato y sobre todo a Felipe González.
Queda clara tu posición sobre la "alarma general". La mía es que estas obsesiones sobre temores infundados pueden catalogarse como paranoias.
EliminarYa que citas la llegada del nacismo, te recomiendo que analices lo que está pasando en las calles frente a las sedes del PSOE. No sólo los desórdenes, también las declaraciones de los líderes conservadores, los del PP y los de Vox al unísono. Eso sí da miedo.
Por cierto, no he dicho en ningún momento que nos movamos dentro de Europa por derecho propio gracias a Sánchez, lo que digo es que nos aceptaron porque gozamos de instituciones democráticas consolidadas. Eso no es gracias a ningún presidente del gobierno en concreto, sino a que nuestra sociedad salió con soltura de la dictadura.