El otro día le oí decir a Núñez Feijóo que mientras
Barbate se vestía de luto por la muerte de dos guardias civiles a manos de los narcotraficantes,
el presidente del gobierno asistía a un festival de cine. Así, sin más, sin
precisiones. Lanzó la acusación al aire, miró para otro lado y a otra cosa
mariposa, como si no hubiera dicho nada. Cayó en una falta de rigor intelectual tan innoble que, como digo arriba, sobrepasa con creces los límites de la decencia política.
El festival al que se refería el presidente de los
conservadores españoles era la entrega en Valladolid de los premios Goya, un certamen anual
que la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas celebra, desde hace
treinta y ocho años, para entregar los premios otorgados a los profesionales
del cine en sus distintas especialidades. Una ceremonia que yo suelo ver en
televisión, no porque me parezca un espectáculo demasiado entretenido, pero sí interesante ya que
ayuda a pulsar el estado de salud de este importante sector de nuestra
economía. De nuestra economía y de nuestra cultura.
El presidente del gobierno estaba allí por un sentido de responsabilidad
institucional, como estaban también otras autoridades estatales y autonómicas,
entre estas últimas Alfonso Fernández Mañueco, presidente de la Junta de
Castilla y León, uno de los actuales barones del PP. A Pedro Sánchez lo
enfocaron las cámaras en muy pocas ocasiones, sólo cuando alguno de los
intervinientes aludió a él. Hizo lo que a mi juicio tenía que hacer, asistir para
apoyar con su presencia al sector y permanecer al margen del guion, porque no
era el día de los políticos sino el de los cineastas.
También acudió, por cierto, Juan García Gallardo, el inefable
vicepresidente de la comunidad castellano-leonesa, que unos días antes había soltado una de sus lindezas, en la que acusaba a nuestros cineastas de señoritos que sólo saben pedir dinero, para luego hacer malas películas. Pedro Almodóvar, en su intervención, le afeó el gesto, y el flamante dirigente de Vox se ganó el
abucheo de la concurrencia.
Pero volvamos al tema que nos ocupa. A este festival, a la
entrega de unos premios a los cineastas españoles por sus propios compañeros,
es a lo que Feijóo se refería cuando soltó la estulticia de acusarlo, sin decirlo,
de asistir a espectáculos frívolos cuando en Barbate estaban de luto. Una actitud impropia de un político que ahora ostenta el título de jefe de la oposición.
Bastante baja, la declaración de Feijoo.
ResponderEliminarMuchos electores piden carnaza y los políticos -algunos políticos - les dan carnaza y fomentan aún mas la polarización. Es hora de que los políticos moderen sus declaraciones y traten de "educar" a sus electores con mensajes positivos en los que los de otros partidos sean contrincantes y no enemigos. Es difícil, porque eso supone un punto de inflexión respecto a lo que se ha venido haciendo, pero la otra actitud abona una espiral de odios que no conduce a nada bueno.
Alfredo, completamente de acuerdo. La polarización y el consecuente incremento de las malas formas parece imparable. Algunos han decidido utilizar una modificación del viejo consejo de origen francés sobre el amor y la guerra, convertido ahora "en la política como en la guerra". Todo vale.
EliminarTotalmente de acuerdo.
ResponderEliminarMe ofuscan las personas que ven blandos a los políticos educados.
Fernando
Efectivamente, hay quien confunde la elegancia con la blandura.
ResponderEliminar