15 de febrero de 2024

La entrega de los Goya y el sectarismo político

Es verdad que en la retórica política se oyen y se leen por uno y por otro lado muchas bajezas, expresiones inapropiadas, insultos barriobajeros, acusaciones falsas, mentiras descaradas, tergiversaciones de la verdad y toda clase de improperios para intentar hacer daño al adversario. Esta manera de hacer política está tan extendida que, lamentablemente, ya no duele en los oídos de la ciudadanía, porque son muchos los que la asumen como el estilo normal en las confrontaciones entre partidos. Pero hay veces que la falta de rigor intelectual llega a los límites de la ignominia e incluso los traspasa.

El otro día le oí decir a Núñez Feijóo que mientras Barbate se vestía de luto por la muerte de dos guardias civiles a manos de los narcotraficantes, el presidente del gobierno asistía a un festival de cine. Así, sin más, sin precisiones. Lanzó la acusación al aire, miró para otro lado y a otra cosa mariposa, como si no hubiera dicho nada. Cayó en una falta de rigor intelectual tan innoble que, como digo arriba, sobrepasa con creces los límites de la decencia política.

El festival al que se refería el presidente de los conservadores españoles era la entrega en Valladolid de los premios Goya, un certamen anual que la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas celebra, desde hace treinta y ocho años, para entregar los premios otorgados a los profesionales del cine en sus distintas especialidades. Una ceremonia que yo suelo ver en televisión, no porque me parezca un espectáculo demasiado entretenido, pero sí interesante ya que ayuda a pulsar el estado de salud de este importante sector de nuestra economía. De nuestra economía y de nuestra cultura.

El presidente del gobierno estaba allí por un sentido de responsabilidad institucional, como estaban también otras autoridades estatales y autonómicas, entre estas últimas Alfonso Fernández Mañueco, presidente de la Junta de Castilla y León, uno de los actuales barones del PP. A Pedro Sánchez lo enfocaron las cámaras en muy pocas ocasiones, sólo cuando alguno de los intervinientes aludió a él. Hizo lo que a mi juicio tenía que hacer, asistir para apoyar con su presencia al sector y permanecer al margen del guion, porque no era el día de los políticos sino el de los cineastas.

También acudió, por cierto, Juan García Gallardo, el inefable vicepresidente de la comunidad castellano-leonesa, que unos días antes había soltado una de sus lindezas, en la que acusaba a nuestros cineastas de señoritos que sólo saben pedir dinero, para luego hacer malas películas. Pedro Almodóvar, en su intervención, le afeó el gesto, y el flamante dirigente de Vox se ganó el abucheo de la concurrencia.

Pero volvamos al tema que nos ocupa. A este festival, a la entrega de unos premios a los cineastas españoles por sus propios compañeros, es a lo que Feijóo se refería cuando soltó la estulticia de acusarlo, sin decirlo, de asistir a espectáculos frívolos cuando en Barbate estaban de luto. Una actitud impropia de un político que ahora ostenta el título de jefe de la oposición.

Lo reconozco: hay veces en las que me quedo corto al elegir los adjetivos calificativos.

4 comentarios:

  1. Bastante baja, la declaración de Feijoo.
    Muchos electores piden carnaza y los políticos -algunos políticos - les dan carnaza y fomentan aún mas la polarización. Es hora de que los políticos moderen sus declaraciones y traten de "educar" a sus electores con mensajes positivos en los que los de otros partidos sean contrincantes y no enemigos. Es difícil, porque eso supone un punto de inflexión respecto a lo que se ha venido haciendo, pero la otra actitud abona una espiral de odios que no conduce a nada bueno.

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    1. Alfredo, completamente de acuerdo. La polarización y el consecuente incremento de las malas formas parece imparable. Algunos han decidido utilizar una modificación del viejo consejo de origen francés sobre el amor y la guerra, convertido ahora "en la política como en la guerra". Todo vale.

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  2. Totalmente de acuerdo.
    Me ofuscan las personas que ven blandos a los políticos educados.
    Fernando

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  3. Efectivamente, hay quien confunde la elegancia con la blandura.

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