20 de febrero de 2024

Recuerdos olvidados 5. Papá quiere hablar contigo

Era octubre de 1952. Yo estaba en mi habitación de nuestra casa en Gerona, sentado en el borde de la cama, taciturno, sin darme del todo por vencido. Creo que la terquedad, que yo prefiero llamar tesón, ha formado siempre parte de mi manera de ser. Ya por aquel entonces, con diez años recién cumplidos, cuando se me metía una idea en la cabeza la defendía con insistencia, de tal forma que a los que me rodeaban les costaba un gran esfuerzo convencerme de lo contrario. Mucho me temo que siga pasándome ahora lo mismo, con la diferencia de que con el tiempo creo haber aprendido a controlar mis impulsos y a no enrocarme con facilidad. Pero aquel otoño de hace tantos años, a pesar de las dificultades me mantenía en mis trece.

Debían de ser las diez de la mañana y estaba previsto que esa misma tarde un taxi, ya encargado de antemano, nos trasladara a mi hermano Manolo y a mí, acompañados por mis padres, al internado en el que habíamos estudiado el año anterior, Santa María del Collell, un lugar aislado, en mitad de la comarca de la Garrocha gerundense, del que ya he hablado en alguna otra ocasión. Yo había estado insistiendo a lo largo de todo el verano en que no quería repetir la experiencia, porque no veía ninguna ventaja, solo inconvenientes. Supongo -de esto no me acuerdo bien- que mi batalla iría creciendo en intensidad a medida que transcurrían las vacaciones de verano y que sería en los últimos días cuando intensifiqué el esfuerzo. Pero lo cierto es que estaba ya “en capilla” y mucho me temía que aquello no tuviera  solución.

De repente oí que alguien abría la puerta de mi habitación y entraba en ella. Era mi madre, con la expresión muy seria y un rictus de preocupación en el rostro. 

-Papá quiere hablar contigo. Te espera abajo en su despacho. Date prisa.

Vivíamos en el segundo piso de una casa militar. En el primero estaban las oficinas y el despacho profesional de mi padre. Yo pocas veces entraba allí, porque me parecía un terreno absolutamente vedado para un niño. Cuando avanzaba por el pasillo, rodeado por el teclear de las máquinas de escribir,  suponía cuál sería la razón de aquella llamada urgente e imperativa. Temía que se avecinara una bronca por mi actitud de rebeldía.

-Siéntate -dijo mi padre, cuando entré en su despacho, quizá con el mismo tono que utilizaba con sus subordinados-. Cuéntame las razones de tu insistencia en no volver al Collell, porque no acabo de entender que te hayas obcecado de esa manera. Tenía la sensación de que no te importaba repetir la experiencia, pero veo que no es así. Explícate.

Como luego, a lo largo de mi vida, mis padres me contaron muchas veces como transcurrió aquella conversación, creo que estoy en condiciones de repetirla. Parece ser que me armé de valor y contesté que no veía ninguna ventaja en aquel internado, perdido en mitad de la nada, que no tuviera cualquier otro colegio de la ciudad de Gerona. Que, todo lo contrario, una vida tan enclaustrada no ayudaba en nada a nuestra formación y que, por consiguiente, prefería vivir en casa con la familia. Supongo que mi padre discutiría un poco conmigo mis argumentos, por aquello de que tampoco era cosa de perder la autoridad tan fácilmente; pero enseguida ablandó el gesto y me dijo que de acuerdo, que anularía la reserva.

Quizá fuera aquel mi primer acto de rebeldía, de defensa de mis "principios". Aunque también supongo que si mi padre se dio por vencido con tanta facilidad, debió de ser porque tampoco él se sintiera muy seguro de que aquel internado fuera la mejor de las soluciones posibles.

Nuevo colegio, nuevos profesores y nuevos compañeros. Pero ahora dormiría en casa con mis padres y con mis hermanos y saldría los fines de semana a dar una vuelta con mis amigos, como debe ser o, al menos, como yo creía que debía ser.


7 comentarios:

  1. Luis, nos falta, me falta la reacción de tu hermano Manolo en esa escaramuza paterno-filial.
    Angel

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Manolo tenía entonces 8 años. Como en casa siempre hemos tenido muy arraigado el sentido de la "antigüedad" en el escalafón, creo que confiaba en que yo resolviera el tema. Tampoco a él le hacía demasiada gracia volver a soportar los fríos polares del Collell y a dormir con una bufanda de lana sobre la almohada para no perder los pabellones auditivos.

      Eliminar
  2. Ha estado interesante: más que interesante: en algunos momentos incluso con suspense.
    Fernando

    ResponderEliminar
  3. En algunas buenas novelas que he leído, la infancia ocupa un lugar importante. Así que te animo a escribir una novela donde la infancia ocupe ese lugar, trascendente en la vida de una persona.
    Fernando

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo que mi época de escritor de novelas se ha pasado. En cierto modo, esto que llamo Recuerdos olvidados pretende ser una pequeña y modesta autobiografía de mi infancia y de mi juventud. Poco a poco irán apareciendo más "capítulos". Cuando empecé a escribirlos pretendía recopilarlos en un libro, pero como nunca lo hice ahora les estoy dando salida en el blog.

      Eliminar
  4. Creo que eso también valdrá, e incluso será mejor.

    ResponderEliminar

Cualquier comentario a favor o en contra o que complemente lo que he escrito en esta entrada, será siempre bien recibido y agradecido.