Pretender que el gobierno de España presente una propuesta
de ley que no cumpla con la legalidad vigente es demencial, por no decir que se
trata de una boutade, es decir, de una salida extravagante. Se puede, y
así se ha hecho, afinar al máximo, pero sin vulnerar el mandato constitucional.
Lo contrario, además de constituir un delito, no conduciría a ninguna parte,
porque los filtros institucionales de nuestro estado de derecho lo frenarían.
Por tanto, no acabo de entender la insistencia de la derecha nacionalista
catalana en modificar la redacción de la ley de amnistía, salvo que sus dirigentes no tengan la conciencia tranquila.
Para el gobierno de Pedro Sánchez la pérdida del apoyo de
Junts significaría entrar en un carril de vía muerta, porque, aunque pudiera
gobernar prorrogando los presupuestos, estaría condenado a medio plazo a
convocar elecciones. Pero lo curioso es que a Puigdemont y a sus fieles los llevaría al descarrilamiento total, porque, si la derecha, junto a la ultraderecha, accediera al gobierno central y
aplicara las políticas que propone, estarían abocados, tarde o temprano, a
desaparecer del mapa político como partido y su líder no podría regresar a
España sin riesgo de ser detenido.
Si a lo anterior le unimos la imagen que en Cataluña dejaría
el hecho de que, por intentar salvar al soldado Puigdemont, continuaran
procesados varios centenares de ciudadanos que, en mayor o menor medida,
intervinieron en la declaración unilateral de independencia y en las elecciones ilegales, es difícil
entender la cerrazón de Junts. Salvo que haya gato encerrado, quiero decir,
salvo que no se trate más que de mezquinas maniobras de política menuda.
Son muchos los analistas de la cosa pública que parecen confiados
en que al final la ley de amnistía se apruebe, basando su punto de vista en la pura lógica que
encierran las consideraciones anteriores. Yo prefiero pensar exactamente lo
mismo, porque no me entra en la cabeza tamaño disparate. No puedo entender que,
cuando se ha estado pregonando a gritos que se trata de un conflicto político, cuando se
ha invocado el diálogo hasta la saciedad en contraposición con el empleo de la
mano dura, se rompa la única posibilidad que existe de llegar a acuerdos
razonables. Porque no hay otra, ni la pretensión soberanista de unos ni la radicalidad centralista de los otros.
Es verdad que la política tiene sus tiempos y a veces no
leemos la letra chica. Pero en este caso, cuando se les han ofrecido la mano y
la quieren morder, es difícil entender qué hay detrás. La política -¡cuántas
veces lo diré!- es el arte de lo posible, cuyo primer principio reza: no me pidas
lo imposible.
La explicación mas sencilla - que no tiene por qué ser la correcta - es que, a la vista de la debilidad negociadora mostrada hasta ahora por PSOE - Sánchez, Junts - Puigdemont han creído que conseguirían cualquier cosa que pidieran, incluso lo que quedase fuera de la Ley.
ResponderEliminarSí, es una explicación. Pero alguien que se ha movido en los altos niveles de las políticas de estado como Puigdemont, debería saber muy bien hasta dónde se puede llegar. Yo me inclino por pensar que esa actitud "levantisca" no es más que una cortina de humo y que al final la ley de amnistía saldrá sin incluir imposibles. Lo veremos pronto
EliminarSiempre he pensado que los entresijos de la política (lo que se mueve en los despachos) son inescrutables. Y siendo esto así me aburro con las eternas tertulias y los titulares de los periódicos. Lo que realmente me interesa saber de un gobierno es lo que sale en el B.O.E. y en los presupuestos generales del Estado.
ResponderEliminarY también he pensado muchas veces que todo se mueve a base de dinero. En esta ocasión debe de ser que a Puigdemont le han ofrecido, de momento, poco de eso.
Fernando, de acuerdo. Lo que sucede en este caso es que, si cae el gobierno progresista, lo que salga del BOE a partir de ese momento será completamente distinto de lo que está saliendo hoy. De ahí el interés en escrutar que pueda estar sucediendo entre bambalinas.
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