26 de mayo de 2024

Brevedad intelectual y pobreza discursiva

Pensaba yo el otro día que si en estos momentos existiera un premio Nobel o Princesa de Asturias u otro similar en cualquier parte del mundo que galardonara a los que mejor dominan las características con las que he titulado este artículo, el jurado se encontraría con serias dificultades para seleccionar al ganador. Habría tantos candidatos y candidatas con méritos propios para obtener el galardón, que escoger al más meritorio por su parquedad intelectual y por su insuficiencia oratoria resultaría un ejercicio arduo. Por supuesto que yo tengo mis candidatos, como supongo que los tendrá casi todo el que lea estas líneas, pero prefiero no señalar.

Sólo por divagar un rato, y sin otro ánimo que el entretenimiento, repasemos algunos posibles candidatos dentro y fuera de nuestras fronteras. El nombre de Javier Milei, el flamante presidente de la República Argentina, estaría posiblemente entre los mejor clasificados. Claro que en este caso el jurado se encontraría con un serio problema al valorar su oratoria, porque los leones no hablan, sino que rugen. Habría que recurrir a interpretes del lenguaje leonino para descifrar algunos de sus mensajes, sobre todo las expresiones del estilo libertad carajo, no porque no se entienda el significado de cada uno de los vocablos que conforman la elegante expresión, sino porque procedentes de todo un presidente de aquella gran nación resulta bastante incomprensible.

Habría también que atender a los chirridos de su famosa motosierra, porque seguramente los agudos y los graves nos dieran alguna pista sobre su oratoria. Pero, en cualquier caso, donde no creo que los jurados tuvieran dudas es en la brevedad intelectual que le adorna, más parecida a la de un Neandertal que a la de un mandatario del siglo XXI.

Es muy posible que Donald Trump le fuera a la zaga, porque todavía no se le ha oído expresar alguna idea política que vaya más allá del America First, de las instrucciones para construir muros antiinmigración, de las llamadas a la insurrección anticonstitucional y de las acusaciones de senectud a sus contemporáneos. Puede ser, no lo dudo, que en los numerosos juicios por corrupción pendientes se defienda con alguna soltura, aunque seguramente serán sus abogados quienes tengan que sortear los temporales. Por tanto, ni su oratoria ni su escaso bagaje intelectual lo dejarían fuera de concurso.

Pero como no quiero que se me acuse de falta de patriotismo -en estos tiempos hay que andarse con pies de plomo-, he buscado algún candidato español digno de equiparación con los anteriores. No lo he tenido fácil, porque hay tantos que uno corre el riesgo de cometer errores de bulto. Hasta que el otro día oí a Isabel Díaz Ayuso comparar a ETA con Hamás, explicando a su audiencia que cuando se premia al terrorismo se les concede territorios. Quería decir que la banda terrorista vasca había conseguido la autonomía del País Vasco y que con el reconocimiento del estado palestino los de Hamás obtendrían una patria, precisamente en Palestina.

Mencionado una posible candidata española, la pregunta que uno debe hacerse a continuación es cómo puede ser que personajes así puedan ganar sus respectivas elecciones. Yo no lo tengo claro, por lo que dejo la respuesta a los sociólogos y a los psicólogos que son los que de esto entienden.

2 comentarios:

  1. Y el ganador es...

    Fernando

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    1. Fernando, un concurso muy reñido. Lo peor de todo es que cada vez se parecen más entre ellos. Fíjate que ahora algunos candidatos al premio sueltan lo de carajo como ocurrencia original y sus huestes le ríen la gracia.

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