El resultado de las elecciones europeas ha puesto varias
cosas en evidencia. Son tantas, que no voy a entrar hoy en detalles. Pero sí
señalaré que los 22 escaños del PP y los 20 del PSOE apuntan hacia una vuelta
del bipartidismo, otro de mis vaticinios de entonces. El estigma de la
ultraderecha, reforzado ahora con la estrafalaria aparición en escena de Se
acabó la fiesta, está ahí, pero en cierto modo contenida por la victoria de
los populares y la resistencia de los socialistas. Por otro lado, la izquierda radical se ha
pegado un batacazo, tanto el Podemos original como su escisión Sumar. Estos
últimos, además, han dejado a dos de sus socios, Izquierda Unida y Más Madrid, fuera del
congreso europeo, algo que verdaderamente sorprende. Los independentistas
catalanes salen tocados, con lo que vamos a ver que sucede con la estabilidad
del gobierno central.
Pero de todo ello lo que a mí como socialdemócrata más me
preocupa es la división de la izquierda a la izquierda del PSOE, una situación
que los está llevando a la insignificancia política, cuando decían que llegaban
para acelerar las políticas progresistas. Seguir creyendo que la
radicalidad izquierdista es la panacea universal resulta demencial, sobre todo cuando las
derechas y las ultraderechas avanzan por toda Europa. Pero lamentablemente los
personalismos de algunos de sus líderes y la miopía de una cierta capa del
progresismo, que prefiere las etéreas reivindicaciones utópicas a la gobernanza real moderada,
no parece que vaya a cambiar, para regocijo de los conservadores que junto a sus adláteres de la ultraderecha siguen avanzando.
En los partidos situados a la izquierda del PSOE se han empezado a producir dimisiones, junto a promesas de
hacer autocrítica. Pero si uno analiza estos movimientos internos con
detenimiento, observará que no son más que pequeñas maniobras para salvar los
muebles de la inundación, para sobrevivir. No se ve
preocupación por el daño causado, sólo inquietud por las posiciones personales
de sus líderes. Alegrarse por mantenerse a flote, como le he oído decir a alguna
dirigente de Podemos, es una demostración de lo que realmente pasa por su subconsciente. Ni
una sola lamentación por haber dejado el terreno abierto a los partidos conservadores para que recuperen el poder y vuelvan a sus políticas neoliberales.
Lamentablemente esta situación no parece tener solución a
corto plazo. De manera que, aunque el gobierno de coalición intentará
sobrevivir hasta agotar la legislatura, mucho me temo que la radicalidad y la utopía reformadora hayan vuelto
una vez más a detener el progreso, una auténtica paradoja, un verdadero sinsentido. ¡Cuándo aprenderán!
Es lamentable.
ResponderEliminarFernando
Sí, lamentable.
ResponderEliminarSí, lamentable.
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