16 de julio de 2024

Juicios y prejuicios

 

Hace unos días tuve una conversación con un viejo conocido, intercambio de opiniones que me ha inspirado escribir sobre un tema que siempre he considerado fascinante, el de la influencia de los juicios infundados en nuestro comportamiento habitual. Como suelo hacer cada vez que intento entrar en terrenos resbaladizos, he abierto algunos diccionarios de la lengua española para recordar lo que se entiende por prejuicio y me he encontrado entre otras con la siguiente definición: opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal.

Mi interlocutor de ese día, ante las explicaciones de un tercero que nos comentaba que la catedral de Barcelona es de estilo románico, aunque su fachada sea gótica porque se construyó con posterioridad, interrumpió la conversación para expresar que la citada iglesia era un adefesio. Yo, tras oír la tajante aseveración, y dándome cuenta de que me encontraba ante un prejuicio “anticatalán”, de esos que todo vale para combatir las ideas políticas de otros aunque no venga a cuento, intenté desviar la conversación hacia la “otra catedral” de Barcelona, Santa María del Mar. Pero mi intención resultó inútil, porque el “prejuzgador” metió inmediatamente a esta última en el saco de los adefesios, así, sin más. Se le notaba el pelo de la dehesa a distancia, porque tengo la impresión de que no sabía de qué estábamos hablando.

Esto de los prejuicios es matador. Gente aparentemente seria y que mantiene un comportamiento ciudadano correcto, cuando se deja llevar por los prejuicios se mete en callejones sin salida, en encrucijadas de las que es difícil salir. Posiblemente en la mente del protagonista de esta historia estuviera Puigdemont, el separatismo catalán y, no me extrañaría, la ley de amnistía. Pero en su confusión mental ha metido por en medio a la catedral de Barcelona, que tengo la sensación de que ni conoce.

En este caso se coló además de rondón otro vicio muy extendido, el de las comparaciones odiosas, porque para rematar su juicio –mejor, su prejuicio- mi interlocutor añadió que las de Burgos y León son mucho más bonitas que la de Barcelona. Erre que erre, para que quedara clara su posición.

Los prejuicios no sólo nublan la mente de los “prejuzgadores”, sino que además suele dejar a éstos en muy mala posición. Como dice la definición del diccionario de la Academia, emiten juicios sobre asuntos que conocen mal, por lo que en cuanto se ahonda en su criterio suelen poner en evidencia su ignorancia. Si de verdad conocieran el asunto prejuzgado, posiblemente no se hubieran metido en absurdas opiniones.

En cualquier caso, yo saco otra conclusión, la de que quien acude a estos juicios sobre temas que desconoce persigue el objetivo de descalificar a algo o a alguien con la brocha gorda, porque no se encuentra con capacidad para hacer una crítica razonada. En este caso podía haber entrado en juicios sobre lo que sospecho que cruzaba por su mente, su desacuerdo con las políticas que se están llevando a cabo para resolver la tensión separatista en Cataluña. Peto eso es bastante más complejo que limitarse a decir que la catedral de Barcelona es un adefesio. 


2 comentarios:

  1. Aprovecho la ocasión para ver esas catedrales que mencionas.
    En lo único que yo le daría la razón a ese prejuzgador "adefésico" es que las catedrales de León y de Burgos son más populares o conocidas, al menos en lo que a arte gótico se refiere (al menos yo tengo que ir a ver las de Barcelona, en cambio las otras dos las tengo perfectamente en mente).
    Fernando

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  2. Lo que digo es que recurrir a comparar peras con manzanas tiene muy poco sentido. En este artículo no entro en valoraciones de arte, sino en las patrañas dialécticas que algunos utilizan, entre ellas las comparaciones inadecuadas.

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