7 de julio de 2024

También te digo...

 

En alguna otra ocasión he escrito aquí sobre lo que yo denomino virus del lenguaje, latiguillos que nacen en algún momento sin que se conozca su origen y que se propagan con la rapidez de las epidemias virales. Por eso, como resultan perjudiciales para el buen hablar, a mí me llaman la atención y me ponen en guardia para evitar el contagio, cosa que no siempre logro.

El último que he detectado es la expresión también te digo. Se trata de una coletilla que algunos usan para, después de haber dado cualquier tipo de explicación, añadir algo que pudiera contrastar con lo que se acaba de decir. Viene a ser algo así como el sin embargo o el no obstante, dos locuciones cuyo significado es añadir una frase de signo contrario a lo que se acaba de expresar. Por ejemplo, no me encontraba bien, no obstante, acudí a la reunión. O, me encontraba perfectamente, sin embargo decidí no ir. Ahora los contagiados dirían algo así como, me encontraba perfectamente, pero también te digo que no acudí a la reunión.

De manera que, gracias a este nuevo virus, desaparece lo que el bien hablante siempre ha usado, el no obstante y el sin embargo, y aparece el también te digo. Ya he confesado que ignoro su origen, pero no me extrañaría que procediera de algún influencer o de algún presentador famoso o quizá de algún político de los de nuevo cuño. Pero lo cierto es que se ha extendido en poco tiempo, de tal forma que no me extrañaría que hubiera llegado para quedarse entre nosotros.

Hace tiempo se puso de moda el para nada, una manera enfática de decir en absoluto. Como todos los virus lingüísticos, apareció de repente, se instaló entre nosotros y ahí está. La expresión más fea no puede ser, pero en esto del habla hay quienes no distinguen entre bonito y horroroso, entre incorrecto y admisible. Como algunos dicen, se entiende, ¿verdad? Para qué corregirlo, según ellos.

Recuerdo que en una ocasión, durante una reunión de amigos que organizábamos periódicamente con modestas pretensiones culturales, alguien sacó este tema. Se discutió, hubo unanimidad en la vulgaridad de la expresión y, cuando íbamos a cambiar de tema, una de las tertulianas dijo: expresiones como esa yo no las digo para nada, lo que originó una carcajada generalizada, a la que ella se sumó. Es que los virus del lenguaje se contagian con facilidad y calan en la mente sin que uno se dé cuenta. Lo malo es que no hay más vacuna que el interés por hablar bien y ya se sabe que de esto queda poco.

He sacado este tema en cierto modo para hacer una confesión personal, la de que hace unos días, en una conversación telefónica con un buen amigo, me sorprendí a mí mismo repitiendo en varias ocasiones lo de también te digo. Tardé en darme cuenta, lo que demuestra que el contagio empezaba a hacer efecto en mi organismo.

Es verdad que para hablar bien sobran los remilgos. Pero cuidar el estilo y no caer en vulgaridades no es demasiado difícil. Sólo se necesita poner un mínimo de interés. Aunque también te digo que no sé por qué me molesto en tener este tipo de preocupaciones, cuando mucho me temo que al común de los mortales le traiga al pairo.

4 comentarios:

  1. "Traer al pairo", bonita forma de acabar el artículo. Será porque estás en el mar, que en Castellote no creo que te hubieses atrevido a emplearla, aunque con el pantano... nunca se sabe.
    Angel

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    1. Ángel, sabes que a mi me gusta usar el lenguaje figurado y si además la expresión procede del léxico marinero mucho más. Ahora bien, aunque este artículo está escrito en mi querida Chiclana, a orillas del mar, mis lectores de Castellote conocen muy bien su significado. Igual que los de Alcañiz.

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  2. Yo creo que todos esos vicios del lenguaje se deben a los malos periodistas y contertulios de las televisiones. Menos mal que con el tiempo las aguas vuelven a su cauce (aunque vivamos en secano) y las viciosas expresiones desaparecen para dar lugar a otras nuevas y malsonantes.

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    1. Fernando, lo malo es que estos vicios vienen para quedarse. Como tú dices, seguirán apareciendo otros nuevos, hasta desfigurar por completo nuestra lengua.

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