22 de julio de 2024

Liturgia y paganismo

 

Hace ya mucho tiempo que llegué a la conclusión de que la iglesia católica ha heredado la forma y el fondo de las costumbres del Imperio Romano. No me refiero al cristianismo en esencia pura, sino a la evolución que ha sufrido su estructura oficial desde el principio y a lo largo de sus veinte siglos de existencia. Desde el título que se otorga a su máximo representante, Sumo Pontífice, hasta muchos de los detalles de su alambicada liturgia proceden de los usos de aquella época, no en vano su organización nació y evolucionó dentro de la cultura de Roma.

Pero es que además su fondo o, dicho de otra manera, su credo ha ido evolucionando desde el monoteísmo indiscutible hacia una manera más o menos encubierta de politeísmo o, si se prefiere, de paganismo. No me refiero sólo al insondable misterio de la Trinidad -tres personas en un solo dios-, sino además a la proliferación de vírgenes y santos, cada uno de ellos con sus fieles y seguidores y con sus parcelas de competencias y responsabilidades. Por no hablar de las distintas jerarquías de ángeles y demonios, entelequias espirituales que introducen o la protección o la amenaza a los hombres. En definitiva, una adaptación del credo monoteísta a la mentalidad pagana, esta última más fácil de entender y asimilar por la mente de muchos creyentes, no sólo de aquella época, también de nuestros tiempos.

Es curioso observar la veneración que provoca algunas de estas pequeñas deidades, casi siempre en detrimento de los genuinos valores cristianos. Creo que no es necesario que entre en detalles, porque el lector de estas líneas sabe muy bien que me estoy refiriendo a romerías, a manifestaciones públicas de representaciones religiosas, a santerías y milagrerías y a histerias colectivas originadas por un fervor, enardecido en ocasiones, que nada tiene que ver con el mensaje evangélico. El folclore popular en simbiosis con paganas interpretaciones de religiosidad.

Lo curioso es observar como la jerarquía eclesiástica no sólo no censura estas manifestaciones de religiosidad, sino que las ampara. Supongo que lo que subyace tras esta permisividad es el convencimiento de que las estrambóticas manifestaciones paganas mantienen la lealtad de fieles que de otra manera se apartarían de la disciplina diocesana, es decir, evita que disminuya el número de fieles. En realidad, esto es lo que ha sucedido desde los orígenes de la extensión del cristianismo por el mundo, la tolerancia de la curia "romana" hacia estas extrañas formas de religiosidad, en definitiva, la adaptación a las costumbres heredadas del Imperio de Roma.

Por eso, lo que sostengo es que estamos ante un deterioro del primitivo espíritu cristiano, consecuencia de que la doctrina que emana de los evangelios nació deformada por las circunstancias de la época, se ha mantenido así a lo largo de su historia sin que se haya hecho nada para evitarlo y permanece como nació. Lo que mantengo es que el espíritu pagano impregna la liturgia cristiana, al menos la católica, apostólica y romana.

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