Pero es que además su fondo o, dicho de otra manera, su credo ha ido evolucionando desde el monoteísmo indiscutible hacia una manera más o menos encubierta de politeísmo o, si se prefiere, de paganismo. No me refiero sólo al insondable misterio de la Trinidad -tres personas en un solo dios-, sino además a la proliferación de vírgenes y santos, cada uno de ellos con sus fieles y seguidores y con sus parcelas de competencias y responsabilidades. Por no hablar de las distintas jerarquías de ángeles y demonios, entelequias espirituales que introducen o la protección o la amenaza a los hombres. En definitiva, una adaptación del credo monoteísta a la mentalidad pagana, esta última más fácil de entender y asimilar por la mente de muchos creyentes, no sólo de aquella época, también de nuestros tiempos.
Es curioso observar la veneración que provoca algunas de
estas pequeñas deidades, casi siempre en detrimento de los genuinos valores cristianos. Creo que no es necesario que entre en detalles, porque el lector
de estas líneas sabe muy bien que me estoy refiriendo a romerías, a
manifestaciones públicas de representaciones religiosas, a santerías y
milagrerías y a histerias colectivas originadas por un fervor, enardecido en
ocasiones, que nada tiene que ver con el mensaje evangélico. El
folclore popular en simbiosis con paganas interpretaciones de religiosidad.
Lo curioso es observar como la jerarquía eclesiástica no
sólo no censura estas manifestaciones de religiosidad, sino que las
ampara. Supongo que lo que subyace tras esta permisividad es el convencimiento
de que las estrambóticas manifestaciones paganas mantienen la lealtad de fieles
que de otra manera se apartarían de la disciplina diocesana, es decir, evita
que disminuya el número de fieles. En realidad, esto es lo que ha sucedido
desde los orígenes de la extensión del cristianismo por el mundo, la tolerancia de la curia "romana" hacia estas extrañas formas de religiosidad, en definitiva, la adaptación a las costumbres
heredadas del Imperio de Roma.
Por eso, lo que sostengo es que estamos ante un deterioro
del primitivo espíritu cristiano, consecuencia de que la doctrina que emana de los evangelios nació deformada por las
circunstancias de la época, se ha mantenido así a lo largo de su historia sin
que se haya hecho nada para evitarlo y permanece como nació. Lo que mantengo es que
el espíritu pagano impregna la liturgia cristiana, al menos la católica, apostólica y romana.
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