12 de diciembre de 2024

La injuria manifiesta y el irónico desprecio

Quienes lean estas ocurrencias mías habrán observado que intento guardar una cierta frecuencia al publicarlas. Suelen ser periodos de cuatro día, que a veces se convierten en cinco por la molicie y otras en tres por la impaciencia. Esta vez la idea me bulle en la sangre.

El otro día, mientras desayunaba, tuve ocasión de oír la primera pregunta que el señor Núñez Feijóo le hacía al señor Sánchez durante el último debate de control del gobierno de la nación. Como suele ocurrir en estos casos, en realidad no fue una pregunta sino una retahíla de acusaciones y, como siempre, en el estilo menos parlamentario y más macarra que yo haya oído a un político en mi vida. Entre otras lindezas soltó la siguiente frase: estas Navidades sentará usted a su mesa a dos imputados. Cuando el presidente del gobierno contestó a la gentileza, lo primero que le dijo fue: ¡Vaya, señor Feijóo, ha venido usted hoy muy flojo! O algo así, porque no tomé nota.

El asunto anterior lo dejo aquí, porque creo que poco hay que añadir a este aburrido acoso de la oposición, que ni pregunta por el empleo ni por el déficit ni por los niveles de los alquileres ni por nada que le preocupe de verdad a los españoles. Siembra odio y espera recoger triunfos. Pero me sirve de introducción a una reflexión sobre las respuestas inteligentes a las impertinencias necias. Cada vez estoy más convencido de que a éstas nunca hay que contestar con el mismo estilo, sino cambiar el tono y utilizar la ironía. Lo digo arriba: frente a la injuria, la ironía.

La verdad es que yo pocas injurias he recibido en mi vida, no sé si porque no he dado lugar a ello o porque no ha habido ocasión. Pero siendo temperamental como soy -es cuestión de genes- mucho me temo que no sabría contestar con la serenidad precisa. Manolo, un amigo mío, muy ocurrente y castizo él, en ciertas situaciones contestaba déjalo “pa prao”, supongo que una simpática expresión asturiana adquirida en sus tiempos de ingeniero en las minas de carbón. Pues bien, yo a lo más que llegaría ahora sería a contestar como lo hacía él.

El ingenio, la agudeza, la ironía, el sentido de la oportunidad y, sobre todo, el humor, no deberían estar nunca ausentes en una discusión, por agresiva y corrosiva que ésta sea. Pero eso es algo que forma parte del talento de cada uno y que no es fácil adquirir mediante entrenamientos. Enzarzarse en discusiones suele ser estéril, además de una manera de realimentar las injurias del contrario. Lo mejor es salirse por la tangente y dejarlo “pa prao”.

Ahora bien, después de lo que he oído en el debate citado, voy a ver si me entreno. Por lo menos quiero intentarlo, porque me ha parecido una respuesta inteligente a un comentario necio y torticero, de esos de mala leche. Yo, cuando estudiaba primaria tenía una asignatura que se llamaba Urbanidad y en la que te enseñaban modales. Como el señor Núñez Feijóo es bastante más joven, es posible que a él no le llegaran aquellas inestimables recomendaciones porque cambiara el plan de estudios. Pero, como dijo su compañero de partido en la mesa del Congreso, ¡manda huevos!

Lo dejo aquí porque en cuanto me descuido vuelvo a  lo que no quiero, al contragolpe en vez de a la ironía y la sutileza. Pero es que para esto último puede que no sirva. Al menos de momento, porque, ya lo he dicho, voy a entrenarme con ahínco.

4 comentarios:

  1. Puedo entender que la oposición trate de desestabilizar al Gobierno. Puedo entender que quieran quitarles el puesto. Pero eso no es incompatible con una crítica inteligente y educada, que desde luego brilla por su ausencia.

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    1. Alfredo, completamente de acuerdo. Yo supongo que si no hacen crítica inteligente es o porque no saben o porque no encuentran por dónde.

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  2. Yo digo lo de siempre: echo de menos una oposicuón inteligente, curiosa, interesante, elegante, etc.... más o menos como un PNV. ¿Veremos algún día esos tiempos?
    Fernando

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    1. Fernando, tengo la impresión de que ninguno de los antecesores de Núñez Feijóo bajó nunca a estos niveles de insultos, de acusaciones sin pruebas y de maledicencias barriobajeras. Ni Aznar ni Rajoy. Eran políticos de verdad, aunque yo discrepara de sus ideas neoliberales.

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