La vida es ya lo suficientemente enrevesada como para juzgar los comportamientos desenfadados con la misma rigurosidad que algunos católicos, no todos, juzgan los pecados mortales o los jueces, también algunos, las infracciones del código penal.
Pongamos unos ejemplos. Tomar las uvas para acompañar las campanadas que señalan el inicio de un nuevo año es una costumbre trivial, que lo único que pretende es que el que lo haga se divierta en compañía de familiares o amigos. Renunciar a ello por considerarlo baladí es convertir la nimiedad en trascendencia. Felicitar a los amigos por Navidad sólo es una etiqueta para poner de manifiesto los vínculos afectivos que nos unen a las personas de nuestro entorno. Por tanto, considerar que hacerlo no tiene ningún sentido, porque la felicidad hay que desearla todos los días del año, es dar importancia a lo que no es más que un ritual intrascendente. En este caso, además, una cortesía social muy extendida.
Me quedo con estos ejemplos, inspirados en dos situaciones de las que he sido testigo en alguna ocasión, cuando felicitaba hace tiempo la víspera del día de Navidad a un amigo o cuando le explicaba a otro el rato tan divertido que paso yo todos los años oyendo las campanadas de la Puerta del Sol, mientras me atraganto tomando las uvas con mi mujer, con mis hijos y con mis nietos, entre risas y alborozo intrascendente. Los dos me habían dado su "trascendente opinión".
La vida, afortunadamente, no es una continua sucesión de situaciones determinantes y sustanciales, sino que, por el contrario, para un buen equilibrio mental conviene alternar los momentos serios y profundos con los divertidos y superficiales. En cada situación se debe responder como corresponda, o con la seriedad que requieren los asuntos importantes o con desenfado a los triviales. Los que reaccionan a los intrascendentes con seriedad y circunspección pueden caer en la misantropía; mientras que los que frente a los trascendentes se ponen el mundo por montera corren el riesgo de llegar a la irresponsabilidad.
Hay que ver lo que dan de sí dos anécdotas intrascendentes, la felicitación de Navidad y las uvas de Nochevieja. Puede ser que me hayan sido útiles para mantenerme en el propósito de no confundir nunca lo nimio y trivial con lo importante y fundamental. O para seguir tomando las uvas en Nochevieja y continuar deseando felicidad a mis amigos en Navidad..
¡Feliz Navidad a todos!
Tienes toda la razón. Yo soy de los que disfrutan de las navidades y sus preliminares desde que tengo uso de razón. Tal vez lo que echo de menos son el turrón y los polvorones, porque hoy día me empachio con sólo su visión, pero no por eso me meto con los que se atascan de dulces navideños, lo cual les llevaría a pensar que uno se deja corroer por la envidia.
ResponderEliminarEn cuanto a las uvas, es maravilloso, lo único que echo en falta es que las uvas de la nochevieja son muy malas, y que las tomaría con mucho más regocijo si tuvieran el sabor de las moscatel de septiembre, pero aún así sigo pasando cierta ansiedad por intentar comérmelas todas en el intervalo de las doce campanadas. Eso sí: hubo épocas, más distantes en el tiempo, naturalmente, en que yo era de los que se ponía muy serio al comer las uvas, porque quería demostrar a todos que era capaz de comérmelas todas con huesos y todo sin atragantarme... en fin, podríamos contar muchas anécdotas sobre estas fechas tan entrañables, pero, como dices, tampoco es para tanto.
Lo que sí me sorpende siempre es que hay personas que aprovechan las reuniones familiares para enfadarse los unos con los otros, normalmente por viejas rencillas o porque se sacan a colación cuestiones políticas que cuando uno se reúne y hay fiesta y bebidas espiritosas de por medio, no se deben sacar, porque no se suelen decir más que tontas obviedades.
Y dicho todo esto ¡muy felices fiestas! (ya para nochevieja felicitaremos el año nuevo).
Un fuerte abrazo para todos.
Fernando, muchas gracias por tu simpático comentario.
EliminarEn cuanto a las uvas, yo seguiría buscando las buenas, porque las hay.
Sea, o no, intrascendente, os envío mi felicitación, a ti, Luis, a los tuyos, y a todos los que comparten conmigo la lectura del Blog.
ResponderEliminarAlfredo, muchas gracias. Tu presencia en estas páginas siempre me ha resultado muy gratificante. No todo el mundo tiene un amigo licenciado al mismo tiempo en Ciencias Físicas y en Derecho.
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