Decía el otro día una prestigiosa publicación norteamericana,
cuyo nombre no recuerdo, que el buen crecimiento del Producto Interior
Bruto que está experimentando España en los últimos años en comparación con otros
países de su entorno, se debe entre otros factores a la buena adaptación de los
inmigrantes que llegan aquí a
nuestra forma de hacer las cosas. A mí no se me había ocurrido, pero esa
opinión me ha hecho abrir los ojos y los oídos para observar el fenómeno.
Que todavía haya en España grupos de desatados xenófobos
produce sorpresa. No me refiero sólo a la ultraderecha, porque de estos se
conocen sus premisas, la de que se trata de delincuentes que vienen a quitar el trabajo a los españoles, sino a muchos conservadores moderados e incluso a
algunos que se consideran progresistas. Yo me imagino que a estos últimos las
sensaciones se les quedan en la epidermis y que en consecuencia no procesan
correctamente la idea de lo que para nuestro progreso económico está suponiendo
este fenómeno.
Se suele utilizar con frecuencia la dicotomía inmigración controlada versus inmigración incontrolada. Es verdad que estos profesionales que
nos atienden día a día forman parte de la primera de las categorías, porque tienen
“papeles”, pagan impuestos y cotizan a la seguridad social. Pero no lo
es menos que si analizáramos su llegada aquí, en algún momento formaron parte
de la segunda.
De lo que se trata, por tanto, no es de poner freno a la inmigración,
sino de canalizarla adecuadamente. Con independencia de que estamos hablando de
seres humanos que vienen a España a ganarse la vida y salir de la miseria de
sus países, resulta, además, que son útiles para una sociedad como la nuestra que padece un
crecimiento demográfico preocupante y cuya pirámide de población muestra
claramente el envejecimiento en su conjunto.
El PP, en vez de reclamar que se envíe a la flota para
evitar la llegada de cayucos y pateras (Miguel Tellado), debería ponerse de
acuerdo con el gobierno para establecer un plan viable de inmigración ordenada.
El problema está en que la palabra orden admite muchas interpretaciones, desde,
como decía mi abuela, la de que tranquilidad viene de tranca, hasta la de establecer un
sistema de acogida inteligente, pero sobre todo un esquema de inserción, de
adaptación y de asimilación.
Sé que se trata de una batalla difícil de ganar. En primer lugar, porque sería un programa que habría que
dotar de recursos económicos suficientes para no convertirlo en un fracaso. Por si fuera poco, porque los prejuicios xenófobos no son fáciles de extirpar. Pero sobre todo,
porque pedirle al PP que colabore con el actual gobierno es algo así como intentar
vaciar los océanos.
Pero a nuestra sociedad le va mucho en ello y, si no se afronta el problema con inteligencia, terminaremos perdiendo una magnífica oportunidad y pagaremos las consecuencias de nuestra torpeza. Una vez más se impone el sabio consejo de hacer de la necesidad virtud.
Por cierto, lo dejo aquí porque es la hora del aperitivo y a continuación me voy a tomar una cerveza en una terraza atendida por unas encantadoras camareras rumanas y, si me da tiempo, me pasaré por el chino del barrio para comprar unos cuadernos que necesito y que venden a un buen precio.
Utilizar el miedo, sobre todo el miedo infundado, como arma política es a la vez inmoral y efectivo. Los partidos de extrema derecha lo están utilizando y les da resultado. Está pasando, no tanto en España, como en algunos países de Europa y en USA. En España la integración de inmigrantes la hacemos relativamente - solo relativamente - bien, mejor que en Francia, por ejemplo, pero creo que la mejoría de expectativas de Vox tiene mucho que ver con sus declaraciones sobre la llegada de pateras. Inmoral y efectivo.
ResponderEliminarLo preocupante, precisamente, es que lo inmoral pueda resultar efectivo. Pero ya sabemos cuales son las armas del populismo.
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