24 de marzo de 2025

Alcaldes y faraones

Tenía yo una amiga catalana, muy progre ella, que un día hace ya muchos años me dijo algo así como que otra cosa no, pero que la derecha cuando estaba en el poder se hinchaba a hacer obras públicas. Cada vez que veo una de esas actuaciones para mejorar las infraestructuras, que solemos calificar de faraónicas, me acuerdo de ella, cuya reflexión naturalmente no acababa ahí, porque añadía que con menos impuestos y con tantas pirámides quedaba poco dinero para la realización de obras sociales.

A mí la creación y la mejora de las infraestructuras de cualquier orden siempre me han fascinado,  porque evidentemente significan progreso. Suelo seguir con interés eso que algunos llaman “megaproyectos”, otros “megaparanoias”, bastantes “megadisparates” y muchos “obras faraónicas”, porque en las opiniones sobre el desarrollo urbanístico hay de todo como en botica. Ahora mismo en Madrid están en marcha varios de estos proyectos, con centenares de millones de euros comprometidos, (Chamartín, línea 11 de metro, intercambiador de Conde Casal, soterramiento del Paseo de Extremadura, etc.).

Por lo general las críticas que reciben este tipo de actuaciones suelen ser de orden estético o técnico. Recuerdo la construcción de las torres de la ciudad deportiva del Real Madrid, proyecto que parte de la opinión pública calificaba de disparate urbanístico, porque según ellos iban a congestionar una zona de la ciudad hasta entonces bastante tranquila. Los rascacielos se hicieron, su silueta se ha incorporado al skyline de Madrid y ninguna de las predicciones catastróficas se ha cumplido.

Tampoco se me olvida el túnel de la M 30, que en su momento levantó ampollas en parte de la opinión pública. Pues ahí está descongestionando el tráfico, creando espacio para el Madrid Río, un bonito parque fluvial, y abriendo a la urbanización barrios que hasta entonces parecían no existir.

Yo nunca le pondré pegas a las inversiones públicas en infraestructuras, porque soy un convencido de que la mejora en las comunicaciones y en el urbanismo mejoran la vida de los ciudadanos y la hace más confortable. Lo que sucede es que, como decía mi amiga “rojeras”, si se disminuye la recaudación porque se bajan los impuestos y al mismo tiempo se gasta el dinero a raudales en obras, necesariamente se estará detrayendo presupuesto para la sanidad pública, para la enseñanza o para las ayudas sociales a los más necesitados. Es de cajón aritmético.

Pero tampoco estoy de acuerdo con lo contrario, con abandonar la creación de infraestructuras y el embellecimiento de las poblaciones en beneficio exclusivo de las políticas sociales, porque no se puede olvidar que el aumento de la calidad de vida de los ciudadanos es una mejora social.

En éste como en tantos asuntos públicos hay que buscar soluciones intermedias. Pero mucho me temo que en el Madrid de mis amores el equilibrio se esté rompiendo a favor del espejismo faraónico y en perjuicio de las ayudas sociales a los más necesitados. 

2 comentarios:

  1. Hace mucho tiempo que no voy a Madrid, por lo que no puedo opinar mucho al respecto, sólo referirme al pasado para referirme al famoso "scalextrix" de Atocha, que cuando lo quitaron supuso un enorme alivio a la vista.
    Las obras públicas están bien, por supuesto, pero, como se dice aquí, "con sentidiño".
    Fernando

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    1. Lo del "scalextric" de Atocha pertenece a otra época. Efectivamente era un bodrio.
      Las mejoras urbanísticas siempre las acogeré con satisfacción, pero me preocupa que a los faraones se les vaya el presupuesto en pirámides y no quede dinero para lo más importante, las ayudas sociales.

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