4 de noviembre de 2025

La dialéctica de los puños y las pistolas

No sé por qué, pero hoy me ha venido a la cabeza la frase que figura en el título, cuyo autor fue José Antonio Primo de Rivera. Con esta expresión, los falangistas de la vieja guardia se referían a los medios que había que utilizar para salir del “caos” al que, según ellos, la República había llevado a España. Quizá, no lo descarto, haya sido al oír a Santiago Abascal acusar al Open Arms de barco negrero, mientras pedía su hundimiento. Las analogías dialécticas, aun con casi un siglo de distancia, producen en mi mente fenómenos de rememoración.

Estamos asistiendo a una carrera desbocada de declaraciones fascistas que ponen a temblar al más templado. Yo hasta hace poco, dada la falta de contenido intelectual de los mensajes de Vox, no otorgaba demasiada importancia a sus vacuas excentricidades, cargadas de populismo. Me parecían tan fuera de lugar y tiempo, que mi lógica me dictaba que no teníamos por qué preocuparnos. Pero desde hace unos meses, tras observar la evolución de las encuestas de opinión y, sobre todo, el éxito de sus diatribas demagógicas entre los más jóvenes y por tanto con menos experiencia, he empezado a tomar conciencia del peligro que nos amenaza.

Por primera vez desde la desaparición de la dictadura observo que nuestro sistema democrático corre peligro de deterioro. En estos momentos se están dando todas las condiciones que puedan favorecer una involución de carácter fascista. La derecha tradicional española, representada por el PP, ha dado un giro tan espectacular hacia posturas extremistas, que se puede asegurar que su alianza con Vox significará un sometimiento de los primeros a los segundos. Eso si no sucede que los de Abascal superan en votos a los de Feijóo, hipótesis nada descabellada a medio plazo.

El contexto internacional ayuda a ser pesimistas, porque con un Trump en la Casa Blanca y con unas ultraderechas creciendo en Europa, el caldo de cultivo favorece a los que quisieran expulsar a los inmigrantes de España, a los que atacan a puñetazos a los periodistas que se atreven a llamarlos fascistas y a los que en manadas se trasladan de pueblo en pueblo para soliviantar los ánimos de sus habitantes, poniendo en práctica la dialéctica del título.

Pero es que además los medios de comunicación conservadores, unidos en la divulgación del estereotipo que se han sacado de la manga y que llaman “sanchismo”, empujan con todas sus fuerzas hacia el abismo, muchos de ellos sin ser conscientes de lo que se nos puede venir encima. Se han puesto al servicio de una causa fascista, creyendo que están sirviendo otra muy distinta, la del centro derecha.

Durante la cuarta legislatura de Felipe González sucedió algo parecido. Las arraigadas fuerzas reaccionarias de nuestro país unieron sus esfuerzos hasta lograr echar a los socialistas del gobierno. Luis María Ansón, el influyente periodista de la época, no tuvo ningún reparo en confesar que él había participado en la política de acoso y derribo. Pero en aquella ocasión no existía una ultraderecha parlamentaria y lo que en realidad sucedió fue que se produjo una alternancia dentro del sistema constitucional.

Pero ahora otros vientos soplan, a los que se debería prestar más atención. Vox, con sus mensajes populistas y vacíos de contenido, está creciendo como la espuma, mientras que la derecha tradicional, ahora ya sin recato, respalda sus movimientos xenófobos, racistas y desconsiderados con los derechos humanos. Así se empezó en la Alemania anterior a Hitler y ya se sabe lo que sucedió.