Hace unos días acudí a la presentación del libro de mi amiga Ana Montojo, Memoria secreta de una niña bien (Ediciones Atlantis), un volumen de 500 páginas. Se trata de una novela de carácter autobiográfico, a pesar de que la autora se encargara de advertir de lo contrario, aviso que se entiende bien cuando uno comprueba la valentía que derrocha al desvelar los profundos recovecos de la vida de Chelo Baltar, protagonista de la historia.
En estos momentos estoy absorto en su lectura, que espero concluir en breve; y cuando termine, volveré a entrar en este blog y daré mi opinión personal, que ya puedo anticipar en parte: un libro conmovedor y al mismo tiempo audaz, que parte del análisis siempre difícil de uno mismo y de sus circunstancias, como diría el filósofo.
Creo conocer bien la obra poética de Ana Montojo, intimista y desgarradora a veces, que he ido siguiendo a lo largo de los últimos años. Hace poco coincidí con ella en la boda de una sobrina que compartimos, aunque por distintas ramas, y estuvimos charlando sobre nuestras aficiones literarias. Fue entonces cuando me adelantó que en aquellos momentos se encontraba inmersa en la escritura de este libro. Dijo que amaba la poesía, pero que los condicionantes del género actuaban como un corsé que impidiera expresarse con la amplitud que ahora se proponía, razón por la que había recurrido a la narrativa.
Creo conocer bien la obra poética de Ana Montojo, intimista y desgarradora a veces, que he ido siguiendo a lo largo de los últimos años. Hace poco coincidí con ella en la boda de una sobrina que compartimos, aunque por distintas ramas, y estuvimos charlando sobre nuestras aficiones literarias. Fue entonces cuando me adelantó que en aquellos momentos se encontraba inmersa en la escritura de este libro. Dijo que amaba la poesía, pero que los condicionantes del género actuaban como un corsé que impidiera expresarse con la amplitud que ahora se proponía, razón por la que había recurrido a la narrativa.
La verdad es que cuando se lee el libro se entiende perfectamente su decisión. Ana quería echar fuera las inquietudes del alma de Chelo Baltar, pero la métrica se lo impedía. Quería explorar hasta el último rincón del subconsciente de la protagonista y arrojar sus conclusiones a los demás, propósito que requiere herramientas que sólo suministra la prosa. Quería matizar, no dejar dudas en los demás, que todos pudieran entender cómo había sido la vida de esa persona y qué condicionantes rodearon su existencia; y para eso hace falta una extensión narrativa que no cabe en unos versos, por certeros que sean.
Pero es que además Ana Montojo redacta en prosa como escribe poesía: con corrección de forma y concreción de fondo. La novela es extensa, pero no sobra nada. La narración fluye dibujando poco a poco las ideas anunciadas páginas arriba, que aunque intuidas por el lector desde el principio, necesitan confirmación. En sus palabras hay precisión sintáctica, expresividad retórica y belleza lingüística. En definitiva, está escrita con el máximo respeto al lector, sin perderlo nunca de vista, cualidad que más aprecio en los escritores.
Y ahora voy a continuar leyendo Memoria secreta de una niña bien, que he interrumpido sólo hace unos minutos para improvisar estas líneas.
Muchísimas gracias por tu crítica, Luis. Tú y yo -y todos los que compartimos el vicio solitario de juntar letras- sabemos lo que se agradecen las palabras de aliento y lo que animan a seguir con este aprendizaje de la escritura que no se acaba nunca.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte