18 de diciembre de 2014

Naturaleza cultivada

Castellote
(Escrito el 26.06.10 en mi diario de "Reflexiones esporádicas")

Quizá mi gusto por los espacios ajardinados, pulcros y cuidados proceda de cuando durante la carrera estudié una asignatura opcional que se llamaba algo así como Parques y Jardines. No es que no me atraiga la naturaleza salvaje o asilvestrada, es que descubro gran belleza en los pequeños rincones o en las grandes extensiones donde crecen plantas cultivadas por la mano del hombre, sea para su aprovechamiento agrícola o para el simple deleite de quien los frecuenta.

Cuando contemplo en Castellote el valle abancalado, formado por  la secuencia interminable de  terrazas cultivadas que descienden como una gigantesca escalera hacia el río Guadalope, siento el placer que me produce  el bello colorido de los huertos, al mismo tiempo que la satisfacción de comprobar cómo esa belleza procede precisamente del afán utilitario y funcional del ser humano.

Escribo esto desde Chiclana -donde estoy pasando unos días- mientras contemplo los cuidados jardines de la urbanización  donde vivo y de las que me rodean. Donde cuando yo llegué hace veinticinco años sólo había un bosque de pinos achaparrados, retorcidos y maltratados por la acción del salitre y de los vientos que en ocasiones azotan el litoral gaditano, se ven ahora cuidados parterres, árboles que sobrepasan la altura de los chalets, flores multicolores, frondosas enredaderas sobre las tapias y praderas de grama cuidadas con exquisito mimo.

Sucede además que como al construir se respetó el mayor número posible de los pinos que existían en aquel momento, los muchos que hoy perduran, limpios, podados y regados con esmero, triplican en altura y masa forestal al conjunto de los originales, un ejemplo de que el progreso puede, no sólo respetar, también embellecer la naturaleza salvaje.

A eso llamo yo naturaleza cultivada.

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