9 de septiembre de 2016

El oficio más antiguo del mundo

Se dice que la prostitución es el oficio más viejo del mundo. Sin embargo, esta mañana, mientras recorría con deliberada parsimonia el mercado de abastos de Chiclana de la Frontera, me recreaba en la contemplación del ir y venir de la gente entre pescaderías y fruterías y escuchaba con auténtica atención las variopintas conversaciones entre vendedores y compradores, me ha dado por pensar que hay uno que debió de nacer antes que el del comercio carnal, el del mercadeo en general, llámese al lugar  lonja, zoco, plaza, mercadillo o feria, que para el propósito de esta reflexión poco importa el nombre.

Escribía hace un tiempo sobre la falta de profesionalidad que se observa en general en la hostelería española y en particular en aquellas localidades que sufren el despiadado aluvión turístico durante los meses estivales. La estacionalidad obliga a los negocios de este sector a contratar a gentes no formadas en el oficio, que suelen ignorar los más elementales principios por los que se rigen las relaciones entre camareros y clientes, situación que se agrava con la saturación de los lugares de ocio, con las prisas de muchos y a veces con la huevona cachaza de otros. La temporalidad y la falta de continuidad causan estragos. Los empresarios del ramo deben de pensar que no están obligados a fidelizar a unos clientes que consideran poco menos que aves migratorias. Para qué molestarse en preparar mínimamente a los camareros, si los que hoy nos visitan mañana habrán migrado a sus asentamientos de invierno. Craso error, pero así son las cosas.

Sin embargo, hoy voy a rendir un pequeño homenaje a los vendedores de los mercados, sin excepción de especialidad. Lo mismo me da que sean fruteros, carniceros, pescaderos, charcuteros o panaderos, porque todos en general conocen a la perfección su oficio y manejan con maestría las pocas reglas que el buen saber aconseja utilizar en sus transacciones. Expresión corporal desenvuelta, palabras adecuadas, consejos oportunos e incluso chascarrillos ocurrentes estarán presentes en todas las conversaciones que se vean obligados a mantener a lo largo de las muchas y supongo que tediosas horas que permanezcan tras el mostrador. Un espléndido alarde de relaciones humanas que manejan a la perfección, porque no en vano las han aprendido de sus mayores, como éstos a su vez las aprendieron de los suyos.

Visitar mercados siempre me ha producido un placer inusitado, sean estos alborotados zocos orientales, desordenados mercadillos pueblerinos, asépticas plazas nórdicas o ajetreadas ferias monográficas. Y es precisamente la observación de las artes ancestrales que utilizan los vendedores lo que me causa admiración, porque en cada frase, en cada palabra o en cada gesto descubro la sabiduría acumulada durante siglos por los vendedores, técnicas que no enseñan las escuelas de marketing, sino que se trasmiten por vía oral y se practican “a pie de puesto” desde antes de que al aprendiz le hayan salido las muelas del juicio. Poca oratoria, concisa expresión y sobre todo rapidez, pero en suma eficacia al máximo.

Cómo no voy a volver a mi pescadería de siempre en el mercado de Chiclana, cuando la pescadera, a la que había pedido cuarto de kilo de gambas blancas al precio de 12,50, después de pesarlas y comprobar que había cogido trescientos gramos, seguramente los últimos que le quedaban, me mira seria y circunspecta y me dice: ni para usted ni para mí, se lo dejo en 10,00 euros.

Por cierto, si alguno se ha quedado con la duda de si la prostitución es más antigua o menos que el mercadeo en general, que se pregunte dónde iban a comprar las meretrices de entonces si no se hubieran inventado ya los mercados. Está claro, ¿no?

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