23 de septiembre de 2016

Ucronía: ¿qué habría pasado si los acontecimientos hubieran sido distintos ?

El diccionario de la lengua define ucronía como la reconstrucción lógica, aplicada a la historia, dando por supuestos acontecimientos no sucedidos, pero que habrían podido suceder. Alguna narrativa de este estilo he leído a lo largo de mi vida y confieso que, por lo general, la pura especulación alrededor de lo que podría haber sucedido si… me entretiene, no por su rigor, como es lógico, sino por la creatividad que suele demostrar el especulador.

¿Qué habría sucedido en las últimas elecciones en España (me refiero a las del 20 de diciembre de 2015) si la izquierda no se hubiera presentado a ellas dividida en dos facciones cainitas como lo hizo? Para mí sólo hay una respuesta: en estos momentos tendríamos un gobierno progresista presidido por Pedro Sánchez, el PP estaría en la oposición y, como dicen los clásicos, otro gallo nos cantara. Pero no fue así, porque la presencia de Podemos dividió el voto progresista, que en aquellos momentos de profundo hartazgo por los recortes era mayoritario. Las consecuencias las conocemos todos.

Es cierto que algunos errores, determinados casos de corrupción y un cierto anquilosamiento de lo que se denomina el aparato del partido socialista propiciaban la aparición de una alternativa de izquierdas. No lo voy a negar. Sin embargo, lo que debería haber sido un revulsivo, un intento de reconducir su rumbo, se convirtió en una campaña por sustituirlo y a ser posible borrarlo del mapa. Al principio muchos creyeron que Podemos representaba una corriente regeneracionista que, una vez sentados sus reales en el escenario político, convergiría con la histórica formación. Pero pronto se comprobó que por ahí no iban sus intenciones, sino que, muy por el contario, se trataba de un movimiento radical que pretendía sustituir por completo, no ya al PSOE, sino a toda una línea de pensamiento, el de la social democracia.

En estos momentos se observa en Podemos la existencia de una rebelión interna, llamémosla de los moderados, más próximos al PSOE que lo están los que representa Pablo Iglesias. No tengo claro todavía si se trata de una vulgar lucha interna, al estilo de las que ellos critican en los que denominan viejos partidos, o una escisión de raíces ideológicas. Si fuera esto último y si, como digo, se tratara de un cierto giro de parte de su estructura hacia posiciones más realistas y, sobre todo, moderadas, se abriría una puerta a la esperanza de esa hipotética convergencia de la izquierda, la única posibilidad real que existe de desplazar durante unos años del escenario político a la derecha neoliberal que nos gobierna desde hace cinco y que ha permitido que se implante la corrupción en las instituciones de nuestro  país con un descaro inusitado.

Mientras tanto, cualquier intento de acuerdo entre las dos fuerzas se me antoja una quimera. Pablo Iglesias no está haciendo otra cosa que lo que hizo a partir del 20D, repetir a gritos con estilo rapero que quiere pactos y exigir al partido socialista lo inadmisible; y todo ello bajo la mirada atenta de la derecha española que preside Rajoy, en cuya mente nunca ha dejado de estar presente la repetición de elecciones, porque sabe muy bien que la estúpida división de la izquierda terminará dándole más votos y puede que la mayoría absoluta.

Por seguir con la especulación ucrónica, ¿qué habría pasado si Podemos se hubiera unido al pacto transversal y regeneracionista que proponía Pedro Sánchez tras el resultado de aquellas elecciones? La respuesta otra vez es fácil: muchas de las propuestas que defienden los de Pablo Iglesias estarían ya en marcha y su partido no habría perdido un millón de votos en los comicios del 26 J.

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