27 de septiembre de 2016

Que cada palo aguante sus velas

Como no tengo ninguna vocación ni de analista político ni mucho menos de cronista de la cosa pública, no voy a entrar en grandes profundidades al analizar las causas que en mi opinión han conducido a los resultados electorales del pasado domingo en Galicia y en el País Vasco. Pero no puedo evitar hacer alguna reflexión, aunque no sea más que para ordenar las ideas que bullen en mi cabeza.

Lo primero que se me ocurre es que el electorado ha premiado la estabilidad y ha castigado las derivas partidistas. Tanto ha estado yendo el cántaro a la fuente de las líneas rojas, que al final se ha roto, o parece que se está rompiendo. No voy a negar, porque sería no admitir la evidencia, que Pedro Sánchez y su ejecutiva hayan tenido una gran responsabilidad en los resultados obtenidos por el PSOE, un retroceso histórico en las dos comunidades autónomas, después de que este partido haya sido en ellas, durante mucho tiempo, una opción clara de gobierno. Pero centrar toda la crítica en el secretario general de los socialistas me parecería un error mayúsculo, que tendría desde mi punto de vista la consecuencia de no contemplar el panorama completo de las responsabilidades.

Quien de verdad ha perdido no ha sido el PSOE, sino la izquierda en su conjunto, los votantes de mentalidad progresista. Las peleas de gallos entre los dos principales partido de izquierdas y las luchas intestinas en ellos no son la mejor imagen para un país que necesita, por encima de cualquier otra consideración, normalidad democrática. Es cierto que la corrupción debería haber pasado factura al PP, pero no es menos que el electorado prefiere la corrupción, confiando en que la justicia acabe por poner las cosas en su sitio, que contemplar el espectáculo de las peleas internas y externas de los partidos de la izquierda. En el fondo, la mayoría de los votantes es en cierto modo conservadora, no quiere aventuras de futuro incierto y no confía en redentores de pacotilla. Sólo si ve estabilidad, moderación y propuestas viables confiará en los partidos de la izquierda. Pero lamentablemente llevamos un tiempo en que las formas desdibujan el fondo de las propuestas programáticas.

Mucho me temo que lo peor esté por venir. A Podemos le ha faltado tiempo para romper los pactos que mantenía con el PSOE en Castilla-La Mancha y en Extremadura. Tengo algo más que la sospecha de que no se trata de una improvisación, sino de parte de toda una estrategia inscrita en el acoso y derribo al partido socialista. Lo he dicho ya en alguna ocasión y lo vuelvo a repetir: la irrupción de Podemos en la política o, mejor dicho, el estilo de alguno de sus líderes ha machacado las expectativas de la izquierda. Aunque los de Pablo Iglesias digan lo contrario, a quien consideran su verdadero enemigo es a lo que ellos llaman la vieja izquierda, a la que quieren sustituir por completo y quedarse con su espacio político, aun a costa de lo que está sucediendo, que muchos votantes progresistas de toda la vida estén mirando a su derecha, a ver si en ella encuentran un mínimo de cobertura a sus inquietudes. Difícil de creer, pero así es. A los resultados me remito.

El partido socialista debería cambiar completamente de rumbo. El espectáculo que está dando es esperpéntico, como si lo hubiera concebido algún estratega de la derecha. La Ejecutiva Federal ha torpedeado lo que ha podido las iniciativas de Pedro Sánchez, quien se ha visto atacado por todos los flancos, los barones del PSOE, Podemos y el PP, este último haciéndole además culpable de todos los males que afectan a nuestro país. Aunque me parezca una maniobra muy peligrosa, que posiblemente se volverá contra él, en cierto modo comprendo que ante los obstáculos que le ponen sus propios compañeros quiera clarificar la situación con una consulta a las bases y mediante un congreso extraordinario. Una arriesgada decisión, puede que extemporánea, que sólo se justifica si, como parece, los votantes del PSOE no aceptan bajo ningún pretexto la abstención del grupo socialista en la investidura de Rajoy.

Veamos pues que sucede el sábado en la reunión de la Ejecutiva Federal, que promete ser de antología.

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