5 de septiembre de 2016

Vengan ollas y pasen días (dicho medieval)

Confesaba el otro día que soy un aficionado a coleccionar frases. La que  he escogido como título de la reflexión que viene a continuación se la oí al genial Peridis, a propósito de la esperpéntica situación que atravesamos los españoles, consecuencia directa de la composición del Congreso de los Diputados que, entre todos, hemos elegido. A Rajoy no le quieren más que sus incondicionales de siempre, bastante menos en número que lo fueron en su día; y Sánchez, con muchos menos escaños que los conservadores, no cuenta con apoyos “fiables” en el amplio espectro de la oposición al PP.  Una situación diabólica donde las haya, cuya salida no está clara, más allá de lo que cada uno de los protagonistas proponga como solución y sus acólitos aplaudan con fruición.

Vayamos por partes. La salida de tono del portavoz del PP el otro día,  durante la sesión de investidura, sólo tiene parangón con el desparpajo de Albert Rivera solicitando en público a Rajoy que fuera pensando en ceder el puesto a otro. Una pelea en el estrado, con luz y con taquígrafos, que evidenció la debilidad del acuerdo entre las dos formaciones conservadoras. Confieso que me sonrojé tanto con la una como con la otra, aunque en mi fuero interno comprendiera la propuesta del segundo y el cabreo del primero. Pero es que las formas siguen sorprendiéndome cada vez que chirrían y en este caso las dos chirriaron en mis oídos hasta la dentera.

El líder de Podemos –me refiero a Pablo Iglesias Turrión, para evitar confusiones de liderato y nombre- continúa en campaña electoral y utiliza el parlamento como pudiera utilizar la plaza de toros de Vistalegre en un mitin. Ni siquiera en una situación tan delicada como la que estamos atravesando es capaz de dejar a un lado el afán de protagonismo. No sabe o no quiere utilizar un lenguaje conciliador y moderado, por mucho que a continuación repita hasta la saciedad aquello de "fíese de nosotros, señor Sánchez". Cuando ofrece ayuda, no lo hace pensando en la persona que propone como alternativa a Rajoy, en este caso el secretario general del partido socialista, sino en él mismo. Lo que quiere no es que haya un gobierno del PSOE, pasar a la oposición y controlar su gestión con la fuerza de los escaños de su grupo. Pretende formar parte directa de la solución. A estas alturas todavía no reconoce que la socialdemocracia y Podemos son cosas distintas, de difícil aleación, aunque compartan algunos objetivos. Mucho me temo que su falta de realismo pueda poner una vez más a Rajoy en la meta de salida. Ya lo hizo en una ocasión y no me sorprendería que repitiera la jugada.

En cuanto a los nacionalistas, continúan con el raca-raca, sin admitir que con un gobierno progresista cabrían fórmulas de carácter federalista, que ni por asomo se darían con el PP. Otra falta de realismo político que, una vez más, puede dar oxígeno a Mariano Rajoy. Ni siquiera los independentistas de izquierdas anteponen la progresía al separatismo.

De Ciudadanos no sé qué decir. Como han convertido el posibilismo en su guía programática, quizá vuelvan a la senda de la regeneración política y abandonen su acercamiento a los que hasta hace unos días no querían ver ni en pintura. El tiempo lo dirá. Pero ya se sabe: tanto viraje puede hacer zozobrar la nave.

Mientras tanto “vengan ollas y pasen días”. A algunos, como a José Manuel Soria, les viene como anillo al dedo la actual situación de interinidad, que lleva camino de convertirse en crónica.

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