La dimisión de Cristina Cifuentes ha tenido la virtud de renovar mi interés hacia los asuntos políticos relacionados con la Comunidad de Madrid y he empezado a revisar, no sin asombro, la trayectoria y el destino de sus presidentes, todos, si exceptuamos al socialista Joaquín Leguina, del PP. Concretamente, y por orden cronológico, Alberto Ruiz-Gallardón, Esperanza Aguirre, Ignacio González y Cristina Cifuentes. Dos de ellos, Ruiz-Gallardón y González, investigados o imputados por prevaricación y malversación de caudales públicos, Esperanza Aguirre dimisionaria por culpa in vigilando y Cristina Cifuentes forzada a abandonar el cargo por hurto descubierto in fraganti, además de por mentir más que hablar. Toda una panoplia de comportamientos irregulares, que, si no fuera porque existe documentación que avala su veracidad, uno pensaría que se encuentra ante un panfleto difamatorio urdido por los adversarios del PP. Pero no: es una situación tan cierta como que los números primos son indivisibles o que el agua hierve a la temperatura de cien grados Celsius.
Me confesaba el otro día una buena amiga, fiel votante del partido Popular, que estaba muy cabreada con la situación de los suyos. No me extraña, le contesté, porque resulta cuanto menos esperpéntica. Lo que no me dijo -ni se lo pregunté porque uno es muy reservado cuando entra en ciertas materias con personas a las que quiere- era a quién pensaba votar en las próximas elecciones. Aunque, si tengo en cuenta que pertenece a ese amplio grupo social que ha convertido el rechazo a todo lo que huela a izquierdas en indefinida ideología anti, el olfato me dicta que terminará otorgando su confianza a Ciudadanos, un partido tan conservador o más que el PP, pero al menos sin tacha aparente hasta el momento. Los votantes conservadores han encontrado en la formación que lidera Albert Rivera una cómoda tabla de salvación a su medida.
Ante esta situación de deterioro, de falta de ética y también de estética, la pregunta que me hago es qué le sucede a la izquierda, incapaz de superar a la derecha en las encuestas, a pesar de que las circunstancias se lo hayan puesto a huevo. Pero me temo que la respuesta sea mucho más compleja que la pregunta. Además dependerá de quien sea el que opine, si un simpatizante del partido socialista o un inscrito en Podemos o un incondicional de la derecha. Los primeros acusarán a los segundos de haber dividido al electorado progresista con promesas de reformas irrealizables, los de Podemos al PSOE de traicionar al pueblo y de ser más fachas que la Virgen del Pilar, y los últimos dirán de los anteriores, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, que ni la socialdemocracia ni el anticapitalismo disponen de recetas que resuelvan los problemas de la sociedad de nuestros tiempos. Y mientras tanto la izquierda en declive y los conservadores manteniendo en conjunto sus posiciones electorales. Porque, según las encuestas, si mañana se celebraran elecciones, los partidos de derechas en su conjunto las ganarían por mayoría absoluta. Y lo peor para la izquierda no es eso, lo peor es que PSOE y Podemos representan dos posiciones muy distantes entre sí, tanto como puedan serlo la moderación pragmática y el paso a paso, por un lado, y la radicalidad vehemente y las prisas, por el otro. Dicho en román paladino para que nos entendamos todos, se trata de dos tendencias con estrategias irreconciliables, de las que los conservadores están sacando todo el provecho que pueden, a pesar de sus escándalos.
La izquierda moderada llegó a atraer en un momento determinado y durante muchos años las preferencias de una mayoría social de nuestro país, lo que permitió que España fuera saliendo poco a poco del atraso social en el que había caído después de tantos años de dictadura y de abusos. Poco a poco, es cierto, porque si se quiere ser eficaz no se puede ni se debe olvidar nunca las realidades sociales, las inercias refractarias y las mentalidades asustadizas. Ni tampoco, y esto a veces se olvida por completo, los poderes fácticos, que siempre estarán ahí vigilando la defensa de sus intereses.
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