28 de mayo de 2018

¡Manda huevos!

Con este título no pretendo soltar una manida, aunque simpática, vulgaridad para dar escape a mi desconcierto, sino apoyarme en una conocida frase oída hace algún tiempo en el Congreso de los Diputados, que me de pie a referirme a continuación a nuestro sistema parlamentario, tan en boca de muchos en estos últimos días. La condena de los tribunales al PP y la presentación de una moción de censura por parte del PSOE, está dando lugar a que unos y otros se deshagan en menciones a la Constitución, en la mayoría de los casos haciendo caso omiso de la composición actual de las cámaras.

Mariano Rajoy, ante la demoledora condena de los tribunales al partido que preside, tenía en sus manos tres opciones totalmente democráticas: dimitir y dar paso a uno de sus correligionarios menos señalados por la corrupción, someterse a una moción de confianza para intentar salvar los muebles del desastre o convocar elecciones. Pero, inexplicablemente, ha decidido continuar al frente del gobierno como si nada hubiera sucedido. A eso se le llama hacer lo del avestruz.

Pedro Sánchez, por su parte, ante esta situación tenía dos opciones: pactar con Ciudadanos y Podemos y quizá con algún otro partido una moción de censura “instrumental” para convocar inmediatamente elecciones, o presentarla para gobernar durante un periodo y dejar la convocatoria de unos nuevos comicios en la nebulosa de la ambigüedad. Ha optado por esta última salida, para lo que no cuenta con votos suficientes en el Congreso. A eso se le llama querer y no poder.

En mi opinión, ni uno ni otro están teniendo en cuenta la cruda realidad numérica que muestra la composición del Congreso. Rajoy con su terquedad podría seguir al frente del gobierno durante algún tiempo, pero su permanencia está condenada al fracaso, a la ingobernabilidad. No dispone de mayoría absoluta y los tiros le van a llegar desde todos los flancos y desde todos los bancos del hemiciclo, hasta que la vida política se vuelva irrespirable y tenga que ceder. Sánchez podrá expresar su indignación en la tribuna parlamentaria, quemar aún más al PP, pero la moción de censura, tal y como la ha planteado, está condenada a un rotundo fracaso político y, me atrvería a decir, personal. Ciudadanos no le va a dejar que le pise el terreno; Podemos, aunque de momento diga que no exige condiciones, es posible que esté más pendiente del sorpasso que de la gobernabilidad del país; y los separatistas catalanes no van a aceptar que siga adelante sin poner condiciones inasumibles por un partido constitucionalista.

Entonces, ¿a qué estamos jugando? Al juego de la irresponsabilidad, del oportunismo, de la falta de visión de Estado. No sólo por parte del PP y del PSOE, que también. Por parte de todos, absolutamente de todos. Porque Ciudadanos, que tanto presume de su acoso a la corrupción, está dispuesto a permitir que el PP continúe, no sea que vengan los socialistas y Sánchez le haga sombra. Porque Podemos, que ahora dice actuar sin condiciones, ha sembrado la suficiente desconfianza en los últimos años para que se recele de sus buenas intenciones. Porque los separatistas, que proclaman que Rajoy es incapaz de negociar, anteponen ahora de manera descarada sus pretensiones al interés general y a la oportunidad que se les brinda de que se abra el diálogo, pero sin condiciones previas.

Sí, señores diputados, nuestro sistema es parlamentario. Lo que sucede es que ustedes parecen ignorar esa realidad. Se comportan como si cada uno por separado creyera que cuenta con el apoyo del Congreso de los Diputados al completo, y no es así.

Por eso digo aquello de ¡manda huevos!, expresión de acrisolada tradición parlamentaria donde las haya, que ahora como nunca me viene a huevo.

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