30 de mayo de 2018

No dejar títere con cabeza

Me decía el otro día un buen amigo que en algunas de mis entradas en este blog no dejaba títere con cabeza.  Su observación me llamó la atención, porque cuando escribo no pretendo atacar, simplemente poner de manifiesto aquellos comportamientos que no comparto, procedan de quien procedan. Lo que sucede es que a veces no estoy de acuerdo con más de uno al mismo tiempo, como me está ocurriendo en estos momentos con la tan manoseada moción de censura.  Sé que cuando se exponen discrepancias se está en cierto modo agraviando por pasiva, porque el que se sienta aludido por el reproche opinará que el equivocado soy yo y no él y, por tanto, se considerará injustamente tratado. A mí me ocurre muchas veces lo mismo con los comentarios de otros, pero intento, no sin gran esfuerzo -todo hay que decirlo-, considerar las diferencias de criterios como lo que son, puntos de vista distintos sobre asuntos opinables, en ningún caso ataques personales.

El otro día en este blog, a cuento de la moción de censura (Manda huevos; 28.05.18), hablaba de irresponsabilidad e intentaba repartirla entre todos los partidos. No me arrepiento de haberlo hecho así, porque la falta de visión política y la ausencia de responsabilidad están en estos momentos, desde mi punto de vista, muy repartidas. Pero creo que me quedé corto al dar mi opinión personal sobre las maniobras de Ciudadanos. A este partido, que ha crecido como la espuma a caballo del deterioro del PP, de una cierta ambigüedad dialéctica y de hábiles tácticas mediáticas, se le ha llenado la boca al hablar de lucha contra la corrupción. Ahora sigue atragantado con las mismas proclamas, pero dice no estar dispuesto a apoyar una moción de censura que desplace de la Moncloa a los acusados de corrupción. Las encuestas le favorecen y le urge presentarse a unas nuevas elecciones, aunque sean convocadas deprisa y corriendo. No le importa retorcer la Constitución y buscar figuras no previstas en su articulado, como esa tan ocurrente del presidente pactado, no sabemos, por cierto, entre quiénes.

Si la moción de censura fracasa, y como consecuencia el señor Rajoy continúa en la Moncloa dos años más, la responsabilidad recaerá sobre Ciudadanos, los adalides de la decencia. El PSOE, aunque sea cogiendo el rábano por las hojas, está intentando dar un vuelco a la situación, dentro de lo que marcan los procedimientos constitucionales. Pide el voto a todos, lo que no tiene por qué significar que se vea obligado a pactar con nadie. Al menos esa es la promesa que ha hecho pública Pedro Sánchez, que sabe muy bien que si su propuesta triunfa estará obligado a convocar elecciones generales de inmediato. Lo contrario significaría la ingobernabilidad del país. La composición del parlamento actual no permite demasiadas componendas.

A Ciudadanos, lo diré una vez más, se le está viendo el plumero de las prisas. Acusa a Sánchez de oportunismo, de querer gobernar sin haber ganado las elecciones, cuando fue este partido el que aupó al PP -ya entonces bajo sospecha de trapicheos contables y no contables y medio contables-, sin que tampoco dispusiera el señor Rajoy de mayoría absoluta. En un sistema parlamentario gobierna quien consigue los apoyos necesarios, no el que ha obtenido más votos. Sólo puede hablarse de haberlas ganado cuando se ha conseguido mayoría absoluta, situación que por cierto a partir de ahora va a ser muy difícil que se dé.

La culpa está muy repartida, lo dije y lo repito. Pero hay algunos que se llevan la palma de la osadía, del oportunismo y de aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid.

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