26 de diciembre de 2018

Yo soy yo y mis rutinas

No conozco a nadie que no viva inmerso en sus rutinas o, dicho con algo más de elegancia, en sus costumbres. Ni siquiera se libran aquellos que presumen de ser muy distintos del resto de la humanidad, los que alardean de originalidad. Serán todo lo singulares que quieran, pero repiten con tanta frecuencia lo atípico que al final caen en el hábito. Por eso yo ya hace tiempo que, para evitar discusiones estériles, decidí confesar que soy un hombre de vida monótona, rutinaria y repetitiva. Sí: yo soy yo y mis rutinas.

También tuve las circunstancias a las que se refería Ortega y Gasset con su frase memorable. Lo que sucede es que poco a poco se fueron convirtiendo en rutinas. Poco a poco, es verdad, porque al principio cuando uno es joven intenta controlar las que le hayan tocado en suerte en la vida, soslayar las negativas y aprovechar las positivas, porque todos sin distinción hemos venido al mundo con un bagaje circunstancial muy surtido. Sin embargo, al final lo único que logramos es modificar en mayor o menor medida el premio o el castigo recibido en la lotería que supone aparecer en este mundo. Después, una vez modificado el legado, las variantes que resulten son nuestras nuevas circunstancias y éstas se convierten con el tiempo en el caldo de cultivo de nuestras rutinas.

Es cierto que las rutinas pueden ser de naturaleza muy distinta. Pongamos algunos ejemplos, porque ya se sabe que no hay buenas lecciones sin verbigracia. Los magnates del acero, del petróleo o de cualquier otra materia, prima o no prima, hacen casi todos lo mismo y con perseverancia. Cenas en Maxim´s, viajes en jet privado, veraneo en las Bahamas y esquí en Saint Moritz. Cómo no se aburren con tanta repetición. Los deportistas, ya lo decía el inolvidable Tony Leblanc, por la mañana a la Casa de Campo y por la tarde al gimnasio. Que pesadez. Los escritores -supongo- todo el día imaginando argumentos y horas y horas corrigiendo sus escritos. No sé cómo continúan en la brecha. Los jugadores de golf constantemente pendientes de reservar hora en el campo, después golpe tras golpe a la bola y más tarde explicación de sus golpes y jugadas a quien se preste a escucharlos. Y así sucesivamente porque podría seguir poniendo ejemplos.

Eso que llamamos hobbies no es más que la institucionalización de la rutina. Por eso, cuando alguien me pregunta si tengo algún hobby suelo contestar que muchos. No voy a entrar en detalles, porque sería prolijo, pero no hago otra cosa que practicarlos, desde que me levanto y me lavo los dientes con un cepillo verde –no me gustan los de otros colores-, hasta que me acuesto y me llevo un vaso de agua a la mesilla –nunca bebo por la noche pero si no lo tengo a mano me entra sed-. Ya sé que alguno estará pensando que eso no son hobbies, que son manías. Pero, ¿hay alguna diferencia?

Nadie se libra de la rutina, ni los ricos ni los pobres ni los poderosos ni los humildes ni los reyes ni los plebeyos. Nadie. Todos somos nosotros y nuestras rutinas. ¿O no?

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