19 de abril de 2019

Qué sería de nosotros si no existieran los emoticonos del WhatsApp

Al moderno lenguaje taquigráfico -ese en el que para decir también escriben tb- se le ha unido ahora el que se basa en la utilización masiva de los emoticones, curiosos monigotes mediante los cuales el escribiente trata de comunicar emociones del cuerpo o del alma, risas, penas, alegrías y tristezas, no sólo en calidad, también en cantidad. Yo en algún caso he llegado a contabilizar hasta veinticinco seguidos, de siete clases distintas, en un mismo mensaje. Y después de leerlo no me ha quedado la menor duda de que el remitente estaba muy contento –caras sonrientes, bailarinas garbosas, copas de champán, confetis multicolores, etc., etc.-, aunque al mismo tiempo deba confesar que me entraron algunas inquietudes sobre su estado neuronal. Desde entonces observo a esta persona con cierto detenimiento, tratando de averiguar si, además de la proliferación de emoticonos en sus escritos, manifiesta algún otro síntoma de desequilibrio emocional. Pero no, parece que el desvarío se acaba en eso, en la proliferación de monigotes que den fuerza a sus mensajes.

Que nadie piense que soy un emoticonoclasta, porque no lo soy. Simplemente me da un poco de pena que en beneficio de la brevedad del mensaje se prescinda de las palabras precisas. Pero es que además ni siquiera se ahorra tiempo, porque los 25 emoticones del ejemplo anterior podían haberse sustituido por “muchas felicidades” o por “que pases un día feliz”, en cuyo tecleo se tarda menos que en seleccionar los iconos adecuados a la situación y en teclearlos uno a uno. Eso sí, con los emoticonos no hace falta saber ni ortografía ni sintaxis.

Yo no los uso o -no vaya a ser que las hemerotecas me delaten- los uso muy poco. Pero, insisto, no soy un emoticonoclasta sino un observador de la expresión escrita; y de la misma manera que no se me escapa la ausencia de acentos, los monigotes WhatsApperos me provocan curiosidad. He llegado incluso a desarrollar una tabla que clasifica a los que los utilizan en distintas categorías. No la voy a poner aquí completa, porque al basarse en la cantidad y la variedad resultaría prolijo relacionarla. Pero pondré algunos ejemplos.

Megaloemoticonero: el que combina cinco variedades distintas, hasta un total de veinte. Figura en la parte superior de la tabla, aunque hay variedades que lo superan, entre ellas el archiemoticonero. Esta categoría se divide a su vez en megaloemoticoneros clásicos (utiliza sólo caritas) y megaloemoticoneros vanguardistas (sólo dibujos alegóricos).

Mesoemoticonero: el que combina tres variedades, hasta un total de diez.  Se divide en cinco variedades, según el monigote elegido, pero por brevedad no entro en ellas.

Hipoemoticonero: no abusa de los emoticones, pero en sus mensajes siempre hay al menos uno (suele ser el besito cariñoso).

Exoemoticonero: son investigadores de la especialidad y siempre nos sorprenden con alguno nuevo.

Como se trata tan sólo de poner algunos ejemplos, aquí me detengo. Pero es muy posible que, si continúo con la tarea investigadora que me he propuesto, no tarde en publicar la lista completa en un manual para profesionales.

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