Procuro no insistir en un mismo tema en artículos consecutivos (el coronavirus no es un tema, sino un escenario). Quizá sea mi desapego a los seriales de cualquier tipo –incluidas las series de televisión- la razón que me induce a no repetir los asuntos que trato en el blog, al menos sin que haya transcurrido un tiempo prudencial. Pero esta vez voy a saltarme la costumbre, porque mi artículo “¿Qué futuro inmediato nos aguarda?” ha merecido que algunos lectores de este blog, es decir algunos de mis amigos, me hayan hecho llegar su impresión de que en esto de las consecuencias de la pandemia que nos acosa soy un tanto cenizo. Varios mensajes escritos y alguna conversación telefónica me demuestran que no todo el mundo tiene la misma percepción que tengo yo respecto a la gravedad de la situación.
Yo comprendo que haya prisa por salir del confinamiento y por recobrar la normalidad. Pero la vehemencia no debería ofuscarnos, porque si las cosas no se hacen con la debida prudencia corremos el riesgo de que se produzca un retroceso en los avances conseguidos. La tendencia es buena, no lo niego, pero el progreso es tan lento que pensar que en un par de meses estaremos como si aquí no hubiera sucedido nada es absolutamente ingenuo y sobre todo temerario. Las autoridades no lo van a decir nunca con la crudeza que lo digo yo, porque entre otras cosas entre sus obligaciones está la de mantener alta la moral de la población. Eso por un lado. Por otro, que la política obliga con frecuencia a utilizar extraños circunloquios, por no decir a disimular la auténtica realidad.
Ya he contado aquí en alguna ocasión que entre mis tareas “autoexigidas” está la de sintonizar todos los días algunos canales de televisión de habla inglesa, durante un buen rato. Esta circunstancia me está permitiendo observar que lo que sucede en nuestro país es exactamente igual a lo que está sucediendo en Estados Unidos y en los más importantes países europeos. También hay prisas allí por salir del confinamiento, y tampoco los responsables se expresan con demasiada claridad. El dilema economía/sanidad está presente en todas las entrevistas que veo y oigo, y en ellas la balanza se inclina a favor del dinero o de la salud en función de la mentalidad política de quien hable. Que la política meta las narices en todas partes es una constante universal.
Como no nos dicen toda la verdad, unos por no alarmar y otros por abrir cuanto antes la actividad económica, nuestras mentes están hechas un lío. Por eso estamos obligados a ser críticos, a ponernos en lo peor y a tomar tantas precauciones como podamos. No se trata de caer en paranoias, sino en ser realistas. Hay que aprender a leer entre líneas y a captar mensajes que no acaban de expresarse con la claridad que desearíamos, porque en muchas ocasiones a buen entendedor con pocas palabras debería bastar. Las discusiones sobre la prorroga del Estado de Alarma son un ejemplo de lo que estoy diciendo. El gobierno sabe bien lo que sucede y no quiere que el control de la pandemia se le vaya de las manos. Lo que ha sucedido con el esperpento que ha organizado la cagaprisas -apelativo coloquial y malsonante, pero cariñoso- de la señora Díaz Ayuso es digno de figurar en las antologías de la insensatez humana. Los responsables del Ministerio de Sanidad han impedido la debacle que se avecinaba si la Comunidad de Madrid hubiera entrado ya en la llamada fase 1.
La situación es grave y por tanto debemos armarnos de paciencia, oír con atención las normas que se dictan y después cumplirlas. Los efectos de la pandemia y su posible duración, incluso su potencial rebrote, no son exageraciones. Son una realidad que no se puede ignorar. Por eso creo que si temo que este verano no vaya a poder moverme de Madrid no es porque sea un cenizo, sino porque las evidencias están ahí. Ojalá me equivoque y pueda contemplar dentro de poco la puesta de sol sobre el castillo de Sancti Petri y más tarde sentarme a la sombra de la pérgola del huerto de Castellote a ver pasar el tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Cualquier comentario a favor o en contra o que complemente lo que he escrito en esta entrada, será siempre bien recibido y agradecido.